Como suele ocurrir en el país en el último tiempo, la participación que hubo en las elecciones primarias del pasado domingo, fue baja. Si bien se trataba de un proceso a lo mejor más dirigido, no tan general como otros, no hace más que reflejar la falta de conexión que buena parte de la ciudadanía siente con estos procesos.

A nivel país, según del Servel, de un total de 14.470.550 electores votaron 418.685, equivalente al 2,89%. Un indicador que baja aún más en el Biobío, la región con menor participación de todo Chile, con un 1,74% (22.516 de 1.295.288). Al hacer la revisión general, en ninguna región se alcanzó un 10%, y la cifra más alta se registró en la Región de Aysén, con un 9,32%.

En este caso, se puede interpretar la baja votación con un tema que también hace tiempo está presente en la política nacional: la mala imagen que tienen los partidos, la poca empatía, e incluso confianza, que pueden llegar a generar en la comunidad. Llamados a ser los principales referentes y canales para acoger las demandas ciudadanas, en el último tiempo no sólo han perdido esa condición, sino que también están sumidos en una crisis de representatividad que los resultados de esta reciente elección no hacen más que reflejar.

Si se toma como referencia lo ocurrido en octubre pasado, para el plebiscito, la participación apenas superó la mitad del padrón habilitado: un 50,95% de las personas que podían sufragar tomaron parte del proceso. Cifra que, en el caso de Biobío, alcanzó un 47,85%.

Más allá de los cuestionamientos que pueda tener la ciudadanía hacia la clase política, lo cierto es que participar en las votaciones es uno de los mecanismos más importantes que existen en una democracia. Quienes critican el sistema deben involucrarse, decir presente en las votaciones que se realicen, pues tomar protagonismo es una forma de decir que se quieren cambiar las cosas y no sólo desde el discurso.

En 2021, el calendario electoral a nivel país será muy intenso. Es de esperar que los indicadores suban y se refleje en las votaciones que la ciudadanía quiere ser protagonista de sus procesos, de elegir a sus autoridades en los más diversos ámbitos. En el presente año, la pandemia puede justificar a parte de la ciudadanía a no asistir a las urnas, pero en ningún caso es responsable de una tendencia que viene de mucho antes del coronavirus.