Es razonable esperar que sean las personas y no un parlamento, con apenas un 3% de aprobación, quienes se comprometan en la generación de una nueva constitución para el país
El jueves se conocieron los resultados de la última encuesta CEP, considerada en el ambiente político nacional como la de mayor proyección y predicción relacionada con la percepción que chilenos y chilenas tienen respecto del devenir de la sociedad chilena.
Junto con marcar un histórico porcentaje de un 6% apenas en la aprobación del gobierno encabezado por el Presidente Sebastián Piñera, esta encuesta derrumba prácticamente a todas las instituciones nacionales. Dicho de otra manera, los ciudadanos y ciudadanas de este país no creen en institución alguna: partidos políticos (2%), congreso (3%), Ministerio Público (6%), empresas (7%), televisión (8%), Tribunales de Justicia (8%) diarios (11%), Iglesia Católica (14%), Carabineros, municipalidades, Iglesia Evangélica (17%), sindicatos (18%), muestran el descrédito y la gravedad a la que se ha llegado después del estallido social de octubre del año pasado.
Aun cuando es posible encontrar soluciones institucionales en una sociedad en que la mayoría desacredita a toda autoridad, que es calificada como abusiva, mentirosa, injusta, también, se presenta un panorama propicio para salidas autoritarias.
De todas maneras, a juicio de algunos analistas, que ya han comenzado a determinar las primeras proyecciones de la encuesta CEP, es posible visualizar, en estos resultados, al menos una buena noticia: las personas consideran que la democracia constituye la mejor forma para vivir en sociedad.
Frente a este panorama de creciente descrédito, las instituciones y las personas que las dirigen tienen la obligación y la gigantesca labor de recomponer las confianzas que permitan que el país encuentre un rumbo distinto al que se construyó en los últimos 30 años. Para alcanzar lo anterior, resulta fundamental diseñar una estrategia que considere, en primer lugar, buscar los caminos y ejecutar acciones que permitan recuperar la confianza hacia las instituciones y sus autoridades, y que le dé cabida a los ciudadanos y ciudadanas para participar directamente en el diseño del país que se busca construir.
Por lo mismo, es razonable esperar que sean las personas y no un parlamento, con apenas un 3% de aprobación, quienes se comprometan en la generación de una nueva constitución para el país.