La dura advertencia se la atribuye a Jesús el apóstol Mateo, una cita que en sí misma permite verificar el abuso contra los niños desde antiguo: “ay de aquel que haga pecar a uno de estos inocentes que creen en mí , más le vale que se ate una piedra de molino al cuello y se lance al mar”.

En el libro “Violencia sexual contra la infancia: el avance legislativo y sus desafíos”, editado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, se declara en el prólogo; “las conductas que atentan contra la integridad sexual de niños, niñas y adolescentes, se ubican entre los actos más despreciables que puede cometer un ser humano, no sólo por lo vejatorio que resulta el hecho en sí para la víctima, sino también por la afectación que provoca en su dignidad y en las bases sobre las cuales se asienta una sociedad”.

Con el crudo denominador de explotación o abuso sexual, este imperdonable proceder ha recrudecido en la actualidad, cuando se supone, al menos en el mundo occidental, que la infancia ocupa un lugar de privilegio en la escala de las protecciones y los cuidados, tiempos en los cuales, se supone, las naciones civilizadas han puesto los resguardos suficientes para protegerlos, ante su esencial indefensión, con el agravante de la posible y traumática indefensión aprendida, un estado psicológico de los niños cuando sienten que no pueden modificar la situación de abuso a la cual están siendo sometidos, que han perdido control sobre lo que les sucede.

Es posible que la situación no haya cambiado, que no exista tal incremento, sino que se haya adelgazado el blindaje que la ocultaba, que se esté aprendiendo a denunciarla, que se empiece a perder el temor, o confiar algo más en las organizaciones sociales para buscar ayuda. Según datos del Ministerio Público, más de 12 mil denuncias fueron ingresadas por abuso sexual contra niños y niñas menores de 14 años, en un par de años. Este dato es aún más alarmante cuando se observan los antecedentes de ingresos a Corporación Opción por dicha causal. En el mismo periodo, se ha atendido a 10.099 niños y niñas que han sido víctimas de abuso sexual, en el 72% de estos casos son niñas.

Todavía falta hacer un resguardo, según la corporación aludida, estas cifras corresponden sólo al 10% de niños y niñas que son atendidas en programas de reparación por maltrato y abuso a nivel nacional. Es decir, es altamente probable, que el número de niñas y niños víctimas en el país sea aún más alto.

Según el informe de la mesa que elabora acciones en contra de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes, en nuestra región, durante el último año, se atiende 71 casos víctimas de una situación que actualmente no está tipificado como delito. Las cifras fueron reveladas durante la cuenta pública anual realizada hace pocos días en la Fiscalía Regional del Bío Bío, en la que se informó sobre los avances de 2018 y tres desafíos fijados para este 2019. Se espera, con esta base, avanzar en el trabajo en redes sociales y la influencia de estas en la ocurrencia de este tipo de explotaciones, al mismo tiempo, que incrementar su visibilización.

Mientras las organizaciones y las leyes siguen su curso, lo que no puede esperar es la terminación del pacto de silencio, o el ocultamiento cómplice, ya que la justicia tiene que hacerse cargo también de los que callan. No son niños de otros, son siempre los nuestros.