Los datos indican que 44% de los alumnos acudió (33%) o está asistiendo (11%) a terapia psicológica. En tanto, 46% tiene síntomas depresivos, 46% muestra ansiedad, 54% padece estrés y 30% tiene los tres problemas juntos.
Como suele resumirse en todos los medios, la sobrecarga académica de los estudiantes universitarios se ha tomado la agenda, hasta desplazar por un momento los movimientos feministas, por su obvia mayor transversalidad, mientras el movimiento feminista no tiene otra barrera que los tiempos para corregir injusticias históricas y presentes de absoluta justicia y de cada vez más amplia visibilidad, el problema del exceso de trabajo de los estudiantes y sus consecuentes problemas de salud mental, tiene muchas aristas, no todas contributorias al argumento principal.
Como elemento de base de esta situación, hay que considerar una circunstancia de difícil negociación; la posibilidad de bajar las exigencias, lo que podría esgrimirse como el centro del problema y, en consecuencia, el remedio más elemental, sin embargo, por sobre la aparente comodidad de este recurso, está la obligación formativa de las casas de altos estudios de garantizar las competencias de sus egresados.
A poco andar se conoció el resultado de la primera encuesta nacional realizada en esta materia, auspiciada por Conicyt y realizada por una docente de la U. Católica de Temuco, aplicada en ese plantel y en las universidades de Concepción y de Tarapacá. Los datos indican que 44% de los alumnos acudió (33%) o está asistiendo (11%) a terapia psicológica. En tanto, 46% tiene síntomas depresivos, 46% muestra ansiedad, 54% padece estrés y 30% tiene los tres problemas a la vez.
Ha quedado, entonces, instalado el desafío es mantener el estándar profesional, al mismo tiempo que las instituciones de educación superior se ven enfrentadas a variables que ya estaban siendo debidamente diagnosticadas, pero con medidas remediales en diversos niveles de implementación, la realidad ha dejado en evidencia la diversidad de los estudiantes, diferentes en muchos aspectos que antes existían en mucha menor medida y que se observan con fuerza ahora, con el mayor acceso a los estudios superiores.
Se puede señalar cuales son esa diferencias, relevantes para explicar la percepción de mayor exigencia en los estudios, para empezar, la base formativa al ingresar, que si es insuficiente va a significar mucho más esfuerzo, el nivel de escolaridad de las familias, particularmente relevante en un alto porcentaje de jóvenes que son la primera generación de universitarios, por otro lado, el perfil de la juventud actual, sus expectativas de rápido y abundante éxito, su limitada capacidad para lidiar con la frustración, el uso de su tiempo libre, el alto consumo de alcohol y drogas.
La misma encuesta revela que del mismo modo como un 44% de los estudiantes ha solicitado tratamiento psicológico, un 23% declara consumo de alcohol una a cuatro veces cada semana, 13,5%, con igual frecuencia, marihuana, y 9,5% drogas psicotrópicas.
Se ha aludido la falta de adecuado trato por las instituciones, falta de acompañamiento, insuficiente apoyo, académicos sin la debida vocación por docencia, o competencias pedagógicas, interesados, más bien, en la investigación, de decidido mayor peso para sus carreras académicas.
La repercusión de estos factores en la salud mental de los estudiantes universitarios es la consabida punta del iceberg, subyacen toda suerte de problemas, no sólo académicos, sino sociales, cuya complejidad, las protestas de los estudiantes, ha obligado a poner sobre la mesa como un debate ineludible.