Editorial

El responsable compromiso de aprender

Los estudiantes que ingresan deben tener presente que están en la universidad para trabajar en serio, que efectivamente en aquello radica gran parte de su éxito o fracaso, que hay asignaturas dignas de su denominación de nivel superior, con las consecuentes exigencias.

Por: Editorial Diario Concepción 13 de Marzo 2019
Fotografía: Contexto | Agencia UNO

Una nueva generación de estudiantes universitarios ha ingresado a las instituciones de educación del país, quienes estarán , en breve plazo, encargados de llevar adelante los destinos  de nuestro país, No se trata de una declaración lírica, sino una realidad basada en las urgencias y la velocidad de los cambios que sufre la sociedad.

Ante esa realidad, resulta muy oportuna la admonición de educadores de la vieja escuela; a la universidad se va a aprender, no ha adquirir herramientas para el aprendizaje, no a participar laxamente en ensayos para hacerse cargo de su propio aprendizaje, ni para abogar por la libertad de elegir que aprender.

Tampoco se trata de darse por satisfechos con el cumplimiento de determinados requisitos para optar a un  título profesional, administrando hábilmente los mecanismos para salir adelante y sortear dificultades con más ingenio que esfuerzo. Hay mucho aprendido de las malas tradiciones para sobrevivir marginalmente a un plan de estudios cuyo diseño corresponde  a las habilidades y destrezas que define el perfil de egreso.

La calidad de la educación superior tiene ese inescapable parámetro, la de garantizar los aprendizajes relevantes, las competencias necesarias para ejercer la profesión que se ha elegido como carrera, sencillamente porque ningún país puede darse el lujo de tener profesionales incompetentes y descomprometidos. Por tanto, a las rigideces necesarias para garantizar una formación adecuada ha de agregarse una serie de competencias transversales, que no es posible lograr si no se las convierte en auténticos propósitos.

Los estudiantes que ingresan deben tener presente que están en la universidad para trabajar en serio, que efectivamente en aquello radica gran parte de su éxito o fracaso, que hay asignaturas dignas de su denominación de nivel superior, con las consecuentes exigencias.

Estar en la Universidad no es un esfuerzo marginal o una actividad complementaria, es la vida misma, por mucho que existan espacios para la distracción y el descanso, oportunidades estas últimas que pueden ser, por la frecuencia de oportunidades, una invitación equívoca, que haga imposible cumplir con las demandas de la academia, para frustración de los mismos alumnos y sus familias, con costos considerables además del tiempo.

Información reciente alerta que casi 27 mil estudiantes chilenos van a perder la  gratuidad por retrasos en sus carreras, una situación que se debe al incumplimiento de una de las disposiciones discutibles de ese beneficio; terminar la carrera en su período formal.  Si el beneficiario se retrasa, debe pagar la mitad del arancel y el monto restante es responsabilidad de cada institución educacional, para el Consejo de Rectores esta situación significa que dejarán de recibir al menos 26 mil millones de pesos.

Es cierto que hay otros factores para explicar estos resultados, no se trata de negar aquellos fuera  del dominio de los jóvenes, hay causas estructurales, mala base, dificultades de todo tipo, pero bien puede ser que no se haya estado a la altura de las circunstancias, que sea posible hacer lo que sí es posible  hacer a partir de ahora; el máximo esfuerzo.

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