Editorial

Marzo y el fantasma del colapso vial

El paso imperativo para una total conectividad es la concreción, a largo plazo, del proyecto de un Metro para Concepción, una iniciativa que no parece contar con un piso mínimo de voluntad política, pero que es un camino que se debe recorrer, si la intercomuna no quiere enfrentarse a un desastre vial de proporciones en las próximas décadas.

Por: Editorial Diario Concepción 22 de Febrero 2019
Fotografía: Raphael Sierra P.

Más allá de las estadísticas -que siempre las hay- o de las sorprendentes cifras del mercado de los autos nuevos -que cada año rompe nuevos récords, como si comprarse un auto se tratara de una decisión de consumo inelástica ante los vaivenes de las economías- cualquier ciudadano del Gran Concepción puede lanzar, sin mucho temor a equivocarse, el juicio de cuánto ha crecido el parque automotor en la zona.

Y claro, eso se acentúa después de esa suerte de oasis vial que es el mes de febrero. Lamentablemente, se acerca marzo para devolvernos, de golpe y porrazo, a la dura realidad de las congestiones vehiculares: se viene el inicio de clases en colegios y universidades, y las vías ya no son suficientes para acomodar el flujo a las horas de punta. Los tiempos de viaje y la incertidumbre de su duración aumentan por la reducción de la velocidad de circulación que produce no solamente la congestión, pues cualquier obstáculo en la vía -un auto en panne, reparaciones viales- tiene efectos que se extienden por kilómetros, como un efecto dominó.

Poco se puede hacer en el corto plazo para mejorar la situación, aunque existen medidas paliativas -que también serán rebasadas por los aumentos futuros del parque vehicular: mejor escalonamiento de las horas de entrada a colegios y trabajos; lograr que los despachos de mercadería ocurran de noche; que las reparaciones que interrumpen las calzadas sean rápidas y en fechas u horarios que minimicen los efectos sobre la congestión.

La solución no es inmediata y pasa más que por la incesante construcción de autopistas para un parque automotor que no deja de crecer, por potenciar el uso preferente del transporte privado por el público. La gran pregunta es cómo convencer a los usuarios de automóviles particulares de que se cambien a otros medios, incluyendo bicicletas. La primera respuesta es políticamente incorrecta: elevar el costo de usar automóviles.

La segunda, en cambio, cuenta con unánime aclamación: mejorar la calidad del transporte público. Para ello, lo esencial es elevar la velocidad de desplazamiento y la regularidad de los recorridos, algo casi imposible en el corto plazo. El Biotrén y sus Biobuses han sido una de las mejoras más relevantes de las últimas décadas para el Gran Concepción, iniciativa que contribuyó a mejorar la calidad de vida de cerca de 35 mil usuarios al día.

Pero aún queda trecho por recorrer. Los primeros pasos a seguir están a la vista: el reemplazo del más que centenario puente ferroviario por uno que permita mayor velocidad. Otros requerirán más tiempo, como la renovación de los carros y el soterramiento de cruces conflictivos. Y el paso final para lograr una total fluidez y conectividad, es la concreción a largo plazo del proyecto de un Metro para Concepción, una iniciativa que no parece contar con un piso mínimo de voluntad política, al menos de esta administración, pero que es un camino que Concepción debe comenzar a recorrer, si no quiere enfrentarse a un desastre vial de proporciones en las próximas décadas.

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