La situación de escándalo público, la pública indignación habla bien de Chile, indica que las malas prácticas y la corrupción no tienen un lugar tácitamente aceptado, que no es de esa manera como rutinariamente se comporta nuestra clase dirigente.
El tema ha estado instalado en Chile desde hace bastantes meses, con mucha fuerza desde que levanta el telón que ocultaba un hecho posiblemente antiguo y frecuente, pero oculto, en una especie de complicidad colectiva; la fuerte influencia del dinero sobre la política, la posibilidad que los donantes puedan ejercer indebida presión sobre los favorecidos, la oscura posibilidad de la corrupción.
Se ha informado del resultado de una encuesta de la oficina jurídica norteamericana Miller & Chevalier y la local Carey y otras doce firmas latinoamericanas, aplicada a 637 clientes, entre ejecutivos y fiscales de empresas, de 14 estudios de abogados de América. Si hay consecuencia con los resultados de consultas a nivel nacional, no debería ser motivo de asombro que los partidos políticos fueran identificados como los más corruptos del sector público en Chile. Un 54% de los encuestados en el país los identificó con un nivel de corrupción “significativo”.
Al examinar esta situación en un contexto de relatividad, no es una situación demasiado mala, ya que de esa manera resulta, según la propia advertencia del estudio, “significativamente inferior” a la media de la región. Es posible que la conclusión sea valedera, los casos de corrupción en nuestro país han sacudido la opinión pública, porque no estaban en el subconsciente colectivo, el paradigma predominante en cada chileno, sobre todo los de las generaciones más antiguas, era de la limpieza y corrección de la política y sus actores, siempre en positiva comparación con otras realidades regionales.
En el aspecto señalado previamente, los mejores índices los tuvieron Estados Unidos (42%) y Uruguay (38%), por su parte, en el otro extremo de la escala se ubican, El Salvador (100%), Brasil (94%), República Dominicana (89%) y Guatemala (87%). Cuando se trata de la opinión sobre la policía, para los chilenos, es por mucho la institución pública menos corrupta, sólo un 3% desconfía de ella, mientras en EE.UU., un 32% y ocupa el segundo lugar en esta categoría. Los índices más altos lo registran Honduras (100%), Bolivia (94%), Venezuela (94%).
Interrogados sobre un aspecto específico, la experiencia directa con este fenómeno, en nuestro país, un 58% de los encuestados dice conocer alguna compañía, persona o funcionario público investigado o procesado por sobornos. En cambio, en Brasil se registró un 93%. Uruguay fue el mejor evaluado en esta materia, con un 19%”.
En la encuesta de este año, Venezuela, México y Brasil son los países con la percepción de corrupción más alta de la región, mientras que, tal como en 2012, Estados Unidos, Uruguay y Chile aparecen como los tres países con la más baja percepción de corrupción de la región.
La situación de escándalo público, la pública indignación habla bien de Chile, indica que las malas prácticas y la corrupción no tienen un lugar tácitamente aceptado, que no es de esa manera como rutinariamente se comporta nuestra clase dirigente, justamente por eso ha tenido tanta relevancia los casos de corrupción, la indignación al ver que no era verdad que la ética era la marca de clase nacional, que en nuestro país estaba sucediendo lo que por años habíamos criticado en otras partes, que como en otras partes se falta a la decencia.
Esa visibilidad le hace bien al país, la ley de probidad, también, está claro que no será ni fácil ni bien visto, sino gravemente punible olvidar el recto proceder.