Hay dos situaciones paralelas por resolver, la primera es la existencia de dos universos diferentes en cuanto a las posibilidades de enfrentar la enfermedad y sus consecuencias, el segundo es la cultura para el cuidado de la salud.
Cuando se mide, con encuestas de diversos grados de certeza, las principales preocupaciones del ciudadano común chileno, emerge la salud, más bien el atribulado escenario que se despliega cuando esta falta, cuando la gente se enferma. Si bien es cierto no todas las veces esta preocupación está en el primer plano, está siempre presente en la lista de las primeras prioridades, desplazada a veces por problemas de más fuerza mediática, como la delincuencia y su otra cara, el tráfico de drogas.
Los gobiernos chilenos han venido implementando, con más o menos éxito, programas que puedan garantizar el cumplimiento de las promesas de campaña, con textos que difieren solo por matices, allí se declara que el acceso y cobertura universal de salud implica que todas las personas y comunidades puedan acceder, sin discriminación alguna, a servicios integrales de salud, adecuados, oportunos, de calidad y que no impliquen costos inalcanzables.
Un objetivo así de ambicioso requiere de definiciones políticas y acciones con un enfoque intersectorial para abordar el compromiso de promover y proteger la salud y bienestar de todos los chilenos, una tarea ímproba dada la situación actual, ya numerosos estudios muestran las inequidades de tasa de consultas al interior del sector público entre el norte y sur del país, las inequidades entre el sector público y el privado y también entre Chile y los países de la OCDE.
Chile, ha avanzado en los últimos 10 años en desarrollar políticas de Estado e implementar iniciativas intersectoriales que permitan transitar en el eje ideológico que guía el ciclo de políticas públicas, desde lo que se ha descrito como el enfoque de necesidades hacia el enfoque de derechos a la salud. Para avanzar en este sentido, se ha seleccionado como estrategia la implementación del Modelo de Redes Integradas de Servicios de Salud (RISS) un sistema elaborado y puesto en marcha por la Organización Mundial de la Salud y la Oficina Panamericana homónima OMS/OPS, desde el año 2010, – para avanzar en la integración de establecimientos y estrategias en los distintos niveles de esta red.
Respecto a la muestra de países que han implementado el modelo RISS, es posible evidenciar que Chile es uno de los que presenta el mejor Índice de Desarrollo Humano, encontrándose en el puesto 38 a nivel global y el primero a nivel Latinoamericano. Un avance que gravita críticamente en la posibilidad de disponer de recurso humano especializado, además de un obligadamente eficiente sistema hospitalario, en todos sus niveles de complejidad.
No obstante, también es necesario analizar las desigualdades de ingreso presentes en los países seleccionados, de modo de evidenciar las barreras de acceso y las asimetrías que la población puede enfrentar, del mismo modo la desigual carga económica para las personas, el gasto de bolsillo en salud, como porcentaje del gasto total, desde el menor porcentaje de Uruguay; 15,6% la más alto, Ecuador con 48,4%, siendo nuestro país el tercero más gravoso, bajo México.
Hay dos situaciones paralelas por resolver, la primera es la existencia de dos universos diferentes en cuanto a las posibilidades de enfrentar la enfermedad y sus consecuencias, el segundo es la cultura para el cuidado de la salud, siendo esta última la más abordable, ante la imposibilidad de correcciones en el corto plazo, un postergado deber ciudadano.