Sólo un tercio de los investigadores que lideran proyectos son mujeres, además, la participación está ligada a la fuente de financiamiento; en Fondecyt es cercana a un tercio, aún menor en Fondef y en proyectos de mayor cuantía la participación de investigadoras líderes es casi nula.
Aunque en algunas circunstancias la desigualdad de trato a mujeres y hombres es menos evidente, universalmente, la equidad dista mucho de ser una realidad, en cualquier ámbito, particularmente aquel de los altos mandos, las dirigencias y con posiblemente más impacto, porque de alguna manera explica lo anterior; las barreras o brechas para la actuación de la mujer en estudios de postgrado o en el área de la investigación.
Chile es el segundo país que tiene menos mujeres dedicadas a la ciencia en Latinoamérica, por debajo de nosotros, en este aspecto, sólo está Honduras. Hay una baja participación de mujeres en la investigación y en algunas disciplinas la presencia de mujeres es casi excepcional, como ocurre particularmente en física, ingeniería y matemáticas.
Una nueva oportunidad para cambiar esta situación, que es en realidad un pérdida de potencial para la ciencia en su conjunto, es la implementación del nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, que debe incorporar con fuerza, entre sus numerosos desafíos, la corrección de esta impresentable asimetría de oportunidades, si bien es cierto, está por delante la necesidad de resolver asuntos fundacionales, como establecer un reglamento y seremías macrozonales y otros, a mediano y largo plazo -como políticas públicas de investigación-, este aspecto debería estar contemplado con sus particularidades, cuando corresponda, en cada una de esas instancias.
Resulta curioso, al recordar los inicios de la creación del Ministerio, en 2015, que la comisión asesora presidencial contenía un mensaje contradictorio para el progreso en ese sentido, sólo siete de sus treinta y seis miembros eran mujeres, y tenía, además, una muy baja representatividad regional, por tanto, la nueva cartera debería contemplar desde sus primeros pasos esa situación de igualdad de género y, de paso, la equidad regional, para resguardar un avance satisfactorio y ecuánime.
Por el momento, así como se describía la mayor participación masculina en determinadas disciplinas, en otras, como la biología, ciencias sociales y artes y humanidades, la participación de mujeres es mayor, llegando a igualar a los hombres. Sin embargo, sólo un tercio de los investigadores que lideran proyectos son mujeres, independiente del área que se someta a escrutinio, más todavía, la participación está ligada a la fuente de financiamiento; en Fondecyt es cercana a un tercio, en Fondef es menor y en proyectos de mayor financiamiento, como milenios y basales, la participación de investigadoras líderes es casi nula.
Existe suficiente evidencia e información que muestra que la diversidad humana enriquece la investigación, las investigadoras son parte de esa diversidad y las mujeres deben ocupar el sitio que les pertenece, ya que representan poco más de la mitad de la población. Las soluciones a este complejo tema deben incluir políticas públicas de género a largo plazo, para compensar las dificultades de las investigadores al mismo tiempo madres, por ejemplo, entre otras circunstancias que les dejan en desventaja.
Es un desafío para el nuevo Ministerio, es cierto, pero el guante debe ser recogido igualmente por las universidades y los centros de investigación, hay una deuda cuyo plazo ya se ha vencido.