Editorial

Una necesaria nueva mirada a la educación preescolar

Por: Editorial Diario Concepción 06 de Septiembre 2018
Fotografía: Copesa

Ciertos aspectos del desarrollo de la ciencia impactan con sorprendente facilidad a los modos y usos de la sociedad, como puede ser el mundo de lo tecnológico, mientras otros desarrollos de mayor trascendencia permanecen ignorados, o por lo menos postergados, por asuntos de aparente mayor urgencia, así ocurre con los gigantescos avances de la neurociencia para informar del funcionamiento cerebral del hombre y cuándo el niño está preparado para empezar a aprender.

La primera infancia, desde el nacimiento hasta los ocho años de edad, es una etapa de suma importancia en todas las áreas relacionadas al aprendizaje y desarrollo infantil. En los primeros meses de vida, se forman millones de nuevas conexiones neurales en pocas semanas. Estas son las conexiones que construyen la arquitectura del cerebro –el fundamento sobre el cual depende todo aprendizaje, comportamiento y características básicas de la personalidad de cada persona.

El entorno familiar del niño, el ambiente afectivo y material que allí encuentre, es decisivo, más la oportunidad de experimentar con los estímulos apropiados. En un plano que no llega a ser consciente cada niño aprende a confiar, o lo contrario, a enfrentar sus primeros desafíos de autonomía, una etapa que está fuera del alcance de la memoria, ninguno de nosotros es capaz de escribir la autobiografía de esos años y, sin embargo, los aprendizajes más básicos se adquieren en ese período.

Por lo tanto, es muy importante que todas las personas involucradas en la crianza de un niño, la familia, los cuidadores, los educadores, tengan las calificaciones apropiadas para esa enorme responsabilidad, si la familia puede ser una variable positiva en la mayor parte de los caso, puede que no sea exactamente así si ese cuidado es delegado a terceros, cuyas competencias de todo orden no están claramente establecidas.

Las experiencias vividas durante la primera infancia afectan de gran manera el éxito futuro de los niños. Estudios de investigación demuestran que los niños expuestos a experiencias de calidad desde pequeños, como asistir a un buen programa de educación temprana, tienen más posibilidad de graduarse de la preparatoria, ser dueños de su propia casa, tener un trabajo y ganar un sueldo más alto. Para la Unicef, el comienzo temprano de la educación garantiza la igualdad de todos. Ofrece a los niños marginados por la pobreza, su origen étnico, discapacidad, género o el lugar en el que viven el estímulo que necesitan para dedicarse por completo a su educación.

El proyecto de sala cuna universal, que contenga un programa de aprendizaje temprano de calidad, es ciertamente de ayuda para los niños, liberando su potencial de desarrollo para obtener los conocimientos y las destrezas que necesitan para prosperar en su escolaridad futura. Se trata de una iniciativa de invaluable potencial para el desarrollo de la sociedad chilena. Sin embargo, tiene que haber requisitos, de aprobarse la iniciativa, se ha estimado que se necesitarían cerca de 11 mil educadores de párvulos, según el Mineduc, se titulan unos 1.500 educadores de párvulos al año.

Lo indispensable no son los números, que se pueden ir incrementando, sino el aseguramiento de la calidad de esa educación temprana, considerar que en esos profesionales queda mucho del destino de los niños, desde antiguo viene una advertencia; no hay nada más poderoso que la mano que mece la cuna.

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