En una publicación de enero de 2016, la Revista Panamericana de Salud Pública, de la Organización Panamericana de la Salud, denunciaba que los profesionales de la salud enfrentaban frecuentemente situaciones de violencia verbal o física durante el desempeño de sus funciones, señalando con preocupación las evidentes consecuencias laborales y para su salud, como resultado de una encuesta realizada en forma electrónica, anónima y confidencial, a casi 20.000 profesionales de la salud de países latinoamericanos de habla hispana, principalmente de Argentina, México y Ecuador.
La investigación tiene una trascendencia importante, no solo para el personal involucrado, sino, además, por su repercusión en el ambiente laboral y el clima general de los servicios de salud hacia sus pacientes. Los datos revelaron que las agresiones al personal de salud eran un problema frecuente que generaban secuelas emocionales y laborales, y causaban una percepción de inseguridad en el lugar de trabajo en los profesionales sanitarios.
En el universo estudiado, el 11,3% de los profesionales agredidos recibió una agresión física, las cuales obligaron a muchos a suspender sus tareas en casi el 30% de los casos. Casi las tres cuartas partes de estas agresiones ocurrieron en instituciones públicas, principalmente, en el sector de emergencia, y los desencadenantes más frecuentes fueron la demora en la atención (44,2%), la carencia de recursos para la atención (33,6%), las circunstancias de brindar un informe médico (28,2%) y la comunicación de fallecimientos (8,6%).
Recientemente, en un medio de circulación nacional se dio a conocer los resultados de un estudio realizado por la Facultad de Enfermería de la Universidad de Concepción, en el cual se revela que más de la mitad del personal de urgencia ha sufrido las consecuencias de actos de violencia en el último año, antecedentes que las especialistas han seguido desde hace tiempo, como se observa en la publicación Ciencia y Enfermería: “Violencia percibida por trabajadores de atención primaria de salud”, en diciembre de 2004.
Se señala que la percepción de violencia identificada por los funcionarios, es un hallazgo importante a considerar, ya que todos esperan que las instituciones que otorgan salud sean espacios seguros, con buenas relaciones interpersonales, en un ambiente grato y armónico, donde se entregue una buena calidad de atención sanitaria cumpliendo las expectativas de los pacientes y público en general.
Al mismo tiempo, se señala que hay una contraparte igualmente indeseable; la percepción de los pacientes, quienes se quejan del trato frío y de la falta de satisfacción de sus necesidades básicas por parte del equipo de salud, ya que la omisión de acciones que deberían realizase es considerada como una violencia hacia ellos.
La presión sobre los profesionales y personal de los servicios de salud, la alta demanda, el empoderamiento de las personas en cuanto a sus derechos y, a veces, la falta de reconocimiento al esfuerzo y las particulares circunstancias, resultan en un escenario propicio para los desencuentros.
Como en todas las circunstancias de parecida naturaleza, esta situación puede resolverse cuando los diagnósticos son adecuados. Las medidas, aunque complejas, deberán ser administradas por quienes corresponda, es indispensable transparentar las causas, como buenamente se ha venido haciendo.