Editorial

La creciente sociedad envejecida de Chile

Por: Editorial Diario Concepción 21 de Agosto 2018
Fotografía: Archivo Copesa

No debería hacer falta una tragedia para tomar conciencia de la situación precaria de muchos ancianos en nuestro país, las diez víctimas fatales del incendio de la Casa de Reposo Santa Marta en Chiguayante, ocurrida hace una semana, son un testimonio de su vulnerabilidad y dependencia, por mucho que el lugar tuviera cumplidas, según se declaró al inicio, todas las condiciones para su funcionamiento, indudablemente faltó algo, por ejemplo, la posibilidad de reacción temprana, faltó cercanía y personal, de otro modo pudo haberse actuado con mayor premura y eficiencia, para proteger a esta mujeres ancianas, todas postradas.

Es probable que otras tragedias, personales, y para la sociedad menores, se desarrollen todos los días, se ha informado de maltratos, de negación de alimento, de descuido en proveer medicamentos, a pesar de los esfuerzos del Servicio Nacional del Adulto Mayor por cumplir con sus objetivos ambiciosos, pero indispensables; fomentar la integración y participación social efectiva de las personas mayores, articular una red de servicios sociales dirigida a personas mayores en situación de vulnerabilidad y/o dependencia e inducir un cambio cultural que promueva la valoración positiva de las personas mayores.

Las dificultades observables para cumplir con estas metas, además de indicar la necesidad de robustecer el servicio y sus procedimientos, o revisar las normativas y competencias, señalan un notorio aumento de la demanda, según el INE, la población en Chile está envejeciendo aceleradamente, ya que si bien sigue creciendo, cada vez lo hace de forma más lenta.

En relación con este fenómeno demográfico, la directora del INE destaca que en el Censo de 1992 un 6,6% de las personas tenía 65 y más años, mientras que, según los datos provistos por el Censo 2017, este grupo etario representa en la actualidad el 11,4%. De parecida manera, la relación adultos mayores/menores- número de personas de 65 años y más por cada 100 personas de 0 a 14 años- también creció; si en 1992 había 22,3 mayores por cada 100 menores de 15 años, en 2017 el número sube a 56,8 mayores por cada cien menores.

Surge una situación muy bien señalada en una columna del geriatra Homero Gac, al describir al envejecimiento como algo que en Chile no se enseña, que en la formación escolar se enseña que las personas nacen y crecen, pero que no se educa para saber que se envejece, que nos transformamos en personas mayores, que perdemos capacidades, que nos aquejan enfermedades y limitaciones, que se jubila, que hay un cambio dramático en la forma de seguir viviendo, solos o en pareja.

La verdad es que Chile tiene la segunda esperanza de vida más alta de América, sólo superado por Canadá, en términos concretos esto significa que muchos chilenos pueden pasar un tercio de sus vidas en una sociedad que no está preparada para una realidad semejante, al igual que los propios actores de este colectivo creciente, que según la encuesta de Calidad de Vida de la Persona Mayor de la Universidad Católica año 2017, tienen en común los temores en esta etapa; volverse dependientes, tener discapacidad, la soledad y la pobreza.

Una reflexión superficial sobre esta situación presente y actuante basta para indicar que la sociedad chilena requiere de cambios de actitud, que la política de Estado debe dar paso decididos en la dirección correcta para responder a este desafío creciente.

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