Cuando la encuesta explora la razón de estas cifras, las respuestas reflejan las áreas de inquietud, tanto del mundo empresarial como el de los ciudadanos comunes, los asuntos que explican la desaprobación son: empleo, economía, sueldos, promesas, ministros y educación.
Como una mala sombra, que realmente no termina de conformarse, empiezan a emerger dudas con respecto a la llegada de mejores tiempos, hubo, inmediatamente después de la elección presidencial, un resurgimiento notable del optimismo y determinadas señales parecieron indicar que levantar las cifras positivas en el más amplio entorno, era cuestión de semanas, corregir el rumbo y reemprender la marcha para alcanzar metas descritas como postergadas como consecuencia de medidas de la anterior administración.
Factores externos, también aludidos por el anterior gobierno, parecen haberse cohesionados para cambiar negativamente los escenarios de la recuperación, a pesar de numerosos indicadores optimistas en la macroeconomía, con la aparición simultánea de cambios profundos de las reglas del juego del comercio internacional, en una suerte de guerra entre la apertura y el proteccionismo.
Los líderes empresariales chilenos no tardaron en indicar que la agenda pública económica ha estado marcada por la falta de iniciativas por parte del gobierno que permitan avizorar un mayor crecimiento de largo plazo ante la falta de dinamismo de las inversiones, una visión más crítica fue tomando forma a medida que las expectativas de los empresarios empezaron a mostrar un estancamiento y luego un ligero declive. Situación con la fuerza suficiente como para escalar hasta La Moneda y preocupar seriamente a la coalición de gobierno.
El impacto directo se expresa en una nueva caída de la aprobación el Presidente Sebastián Piñera, quien, según la encuesta Cadem publicada recientemente, muestra un 45%, cuatro puntos menos que la medición anterior, ratificando una tendencia a la baja desde hace varias semanas. Efectivamente, desde junio, fecha de su mejor registro desde que asumió, ha caído 15 puntos porcentuales, del mismo modo, suma la desaprobación que llegó a casi el doble en relación con marzo.
Cuando la encuesta explora la razón de estas cifras, las respuestas son lo suficientemente explícitas para reflejar las áreas de inquietud, tanto del mundo empresarial como el de los ciudadanos comunes, los asuntos que explican la desaprobación son: empleo, economía, sueldos, promesas, ministros y educación, un escenario desfavorable si se acompaña de una apreciación general; ante la pregunta si Chile va en un buen camino hay una disminución en las respuestas “sí” de 23 puntos en relación con marzo, mes en que asumió el Gobierno.
El ministro de Hacienda, afirma que “estamos creciendo y creciendo bien, pero parece que fuera poco”, solicitando paciencia, pero hay inquietud ya que ese mejor desempeño parece no ser percibido por la gente o reflejarse en sus bolsillos.
Se menciona como posible causa de la desconformidad las excesivas expectativas, pero hay que dejar en claro que estas expectativas no han sido todas autogeneradas, fueron esgrimidas como la parte medular de la campaña, de la protección de la clase media, del mejoramiento sustancial del escenario para las inversiones y el crecimiento, del pronto y sólido crecimiento de puestos de trabajo, estables y buenos.
Consistentemente, el sondeo sostiene que un 40% considera que la razón principal de la disminución de la aprobación presidencial son los malos resultados en empleo y las expectativas económicas, un 19% considera que son las promesas incumplidas.
No hay ambigüedades, los chilenos esperan que se dé una nueva mirada al programa presidencial para ponerlo efectivamente en marcha.