Las ciudades chilenas, por lo menos unas pocas, está sufriendo los dolores del crecimiento, en parte porque se ha optado por la centralización. A diferencia del discurso oficial, hay más estímulo a concentrar la población en determinadas zonas del territorio, en vez de buscar su desarrollo armónico, a todo el muy largo y poco ancho de Chile.
Concepción no ha escapado a este escenario. La mayor demanda de viviendas y los desarrollos de proyectos de las inmobiliarias, en situación ambigua de planos reguladores que no terminan de consolidarse, pueden poner en riesgo la calidad de vida de los penquistas.
Las llamadas de alarma se repiten sin efectos mayores en cuanto al crecimiento de grupos habitacionales, a pesar de las críticas, de las denuncias o temores concernientes a la saturación de vías de circulación o invasión indebida de espacios públicos. Se observa con preocupación que se repliquen los descritos como errores mayores en la capital, tales como guetos verticales o segregación social.
Para el arquitecto Sergio Baeriswyl, premio nacional de Urbanismo de Chile (2014) hay seis desafíos planteados para las ciudades chilenas, en realidad bastaría con uno de ellos para producir un trastorno considerable, pero bien mirado es rara la situación donde alguno de los factores aludidos se encuentre ausente; segregación, por ejemplo, cuando una forma de crecer de las ciudades en los últimos decenios ha sido mediante una progresiva demarcación de territorios, estrechamente unido al costo de los terrenos, con entornos que permiten identificar una muy bien determinada condición socioeconómica.
El segundo factor mencionado es la falta de gobernanza, aunque en realidad se trata de la construcción de un nuevo paradigma de ejercerla, descentralizada, basada fuertemente en el liderazgo de las ciudades y sus comunidades y la transferencia de potestades y recursos a las urbes para su desarrollo sustentable. También se cita a insuficiencias en los sistemas de transporte público, que efectivamente sean una opción atractiva a la movilización individual, más otras dos circunstancias que suelen entorpecer notablemente muchos proyectos de desarrollo; discusiones ambientales y patrimoniales pendientes.
Concepción es una muestra perfectamente válida de la presencia de muchas de la barreras aludidas, ha sido imposible resolver, por ejemplo, la situación de la manzana del Mercado Central de Concepción, transcurrido casi cinco años del incendio que lo destruyera, no existe posibilidad cercana de que se comience a trabajar en la obra gruesa para reconstruir este recinto o se intervenga en una de las manzanas más importantes del centro de la ciudad, a pesar de largos y sostenidos trámites aún en evolución.
Se levantan edificios de altura, muchos con poca preocupación por espacios públicos o por áreas verdes, para no mencionar resguardos relativos a circulación vial, que han motivado encendido de alarmas en algunos sectores céntricos de la ciudad, ante un plano regulador que no ha sido posible establecer con certeza.
Nuestras autoridades edilicias tienen conciencia que están haciendo con su gestión duradera historia urbana, están a cargo de pensar y gestionar la ciudad para el futuro, no deberían dejar de considerar la participación ciudadana, sumado al uso amplio y transparente de los medios de comunicación, frente a este desafío ante el cual ningún ciudadano debería restarse.