No puede haber sobre el particular duda alguna, el trato entre los géneros está en proceso de profunda transformación, como resultado obvio e inmediato de la conciencia transversal de la desaparición de diferencias entre los sexos en cuanto a derechos. Un nuevo trato tiene que emerger después de un proceso que puede alterar, por momentos con severidad, la manera tradicional de hacer las cosas, pero que indefectiblemente tendrá que resultar en un punto de equilibrio, en el cual cada persona independientemente de su sexo, tenga un tratamiento justo.
En este contexto han surgido las manifestaciones más evidentes e insoportables de las diferencias que han perdurado por siglos, en algunas culturas más que en otras, la violencia física y psicológica a un sexo descrito como más débil, el paternalismo, el machismo, como calificativos de un modo de actuar que resulta ahora inadmisible.
Las universidades chilenas han sido sometidas a dura prueba, bajo la presión de grupos feministas con la herramienta de paros, tomas y movilizaciones, han tenido que reaccionar con menos tibieza y con harta más prisa en el diseño de nuevas políticas para definir, en protocolos de mutuo acuerdo, las conductas apropiadas entre los géneros, a nivel tanto estudiantil como entre el alumnado y los estamentos académicos y administrativos, con particular énfasis en el accionar de los profesores, dada su particular posición dominante.
Algunas universidades norteamericanas prestigiosas, como Columbia, Yale y Harvard, han definido y determinado penas para determinadas acciones o conductas que lo que respecta a sus contrapartes nacionales, están todavía en un sector un tanto brumoso, posiblemente debido a la dificultad de nuestra sociedad para llamar a las cosas por su nombre, especialmente en el terreno sexual, que sólo en las últimas décadas han alcanzado el vocabulario cotidiano, con un fuerte remanente pecaminoso, oculto e hipócrita, disfrazado de intimidad y vida privada.
Específicamente en este terreno, el del acoso y abuso sexual, la Universidad de Columbia ha desarrollado el concepto de “consentimiento afirmativo”, en un documento denominado “Política y Procedimientos para las Malas Conductas basadas en el Género para los Estudiantes”, una suerte de instructivo que representa en parte el resultado de los esfuerzos que realizan las universidades estadounidenses por evitar las situaciones de abuso dentro de sus comunidades. Iniciativa que se encuentra en diferentes grados de avance en las universidades chilenas luego de que el movimiento feminista paralizara sus actividades en más de veinte planteles.
Por su parte la Universidad de Harvard, ha descrito el escenario de “Ambientes hostiles”, para erradicar circunstancias que amenacen el ambiente de trabajo y educacional seguro y saludable, en el cual “ningún miembro de la comunidad universitaria sea —en base a su sexo, orientación sexual o identidad de género— excluido de participar, negado en sus beneficios, o discriminado en ninguna actividad o programa”. En términos parecidos a Columbia que hace explícitos los escenarios inaceptables y punibles descritos como “Escenarios de Mala Conducta Sexual” donde entrega ejemplos hipotéticos basados en los casos de abuso y acoso denunciados dentro de la universidad. Establecer estas modalidades de conducta requiere de franqueza y honestidad y un considerable esfuerzo, aunque inevitable, para hablar con la verdad.