Las estadísticas oficiales describen mediante cifras oficiales que la criminalidad baja, pero igualmente revelan, como factor agregado de naturaleza coyuntural, que hay menos delitos, pero a la vez se han convertido en más violentos.
Lo que no puede suceder es que las cifras de las estadísticas logren que las autoridades sigan ignorando que muchos delitos han dejado de consignarse por la instalación de un nuevo paradigma; el delincuente tiene todas las de ganar y quien se moleste en denunciarlos mucho tiempo que perder, sin mencionar los riesgos de eventuales revanchas de los mismos delincuentes o sus relaciones sobre quien ha tenido la osadía de acusarles.
Esa situación, de no tener confianza en la efectividad de la justicia, que más vale la pena la resignación o tomar medidas individuales para defenderse puede explicar que se sigan cometiendo delitos de mucho impacto social cuando llegan al conocimiento público. Ocurre de ese modo cuando se observa a piratas en acción, en esta época, cuando se supone que esa actividad debería ser imposible ante el desarrollo de medios de toda naturaleza para impedirla.
Los asaltos son cometidos por individuos organizados, tripulando lanchas con matrículas borradas, el modo de actuar es decidido y violento, según los afectados son bandas de más de 20 individuos que suben a las naves equipados con cuchillos y, en algunas ocasiones, con armas de fuego. Se adosan a los pequeros, amenazan a la tripulación y roban toneladas de productos de las bodegas. Las imágenes son alarmantes, por el grado de profesionalismo demostrado por los delincuentes y el riesgo que corren, por una parte, los mismos hechores en maniobras peligrosas y por los asaltados que serían atacados sin vacilación si se resistieran.
Es perfectamente comprensible que los tripulantes de las naves industriales estén atemorizados, que se sientan desprotegidos, como se describe al inicio, también, en esta ocasión los tripulantes tienen temor de hablar en público y también de hacer las denuncias, porque ven amenazada su integridad física.
Estas circunstancias solo serían explicables si estos hechos fueran de reciente aparición, que los pesqueros hayan sido sorprendidos por una nueva manera de robar, pero no es así, es una antigua práctica que recrudece y la noticia no viene de las fuentes policiales, sino de las víctimas, que reclaman por protección de la autoridad marítima y mayor fiscalización, sobre todo cuando navegan rumbo a Lota y Coronel.
No deja sorprender, en esa misma línea, que más de un 60% de los establecimientos comerciales, hoteles y restoranes de Concepción-Talcahuano fueron víctimas de uno o más delitos durante el segundo semestre de 2017, de acuerdo con la Encuesta de Victimización del Comercio, realizada por la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Chile. Es estudio muestra, además, que del total, un 25,7% corresponde a hurto y 22,39% delitos económicos, le siguen robo con violencia con un 15,5% y hurto hormiga con 14,2%.
Pero lo más importante y decisivo: Concepción y Talcahuano son las ciudades con mayor nivel de robo con violencia. Estos matices, que no suelen figurar en la cifras oficiales, deben ser tomados en cuenta por las autoridades.