Los antecedentes parecen estar suficientemente respaldados como para entender la amplia mayoría- 114 votos a favor, ocho en contra y 25 abstenciones- con que la Cámara de Diputados aprobó el proyecto que disminuye la velocidad máxima de 60 a 50 kilómetros por hora, un proyecto que busca, entre otras cosas, mejorar la convivencia vial entre automovilistas y ciclistas y aumentar la seguridad para peatones. Por consiguiente, como esa iniciativa ya contaba con el respaldo del Senado, solo falta su promulgación por el Ejecutivo
La ministra de Transportes, puso esta materia en el debido contexto al recordar que en Chile, fallecen anualmente 1.500 personas en accidentes relacionados, de los cuales casi la mitad, el 42%, son peatones o ciclistas. Según el subsecretario de Transportes, la disminución de la velocidad tiene una influencia mayor ya que la energía que se disipa en un choque disminuye exponencialmente con respecto de la velocidad, de tal modo que reducir 10 kilómetros por hora significa reducir a la mitad los fallecidos, en otras palabras, aumentar al doble la tasa de sobrevivencia.
Aunque, esta nueva normativa resulta oportuna, es necesario hacerse cargo de la multitud de otros factores que explican los accidentes numerosos y el aumento significativo de accidentes con consecuencias fatales en cada fin de semana largo o períodos de vacaciones, la mayor parte debidas al factor humano. No es suficiente aludir a la cantidad de vehículos circulando, o indignarse por el atochamiento de las plazas de peaje, con millares de vehículos regresando a sus lugares de origen, a las prisas y al cansancio.
Por otra parte, no se da el debido reconocimiento al esfuerzo de los agentes del orden público para controlar al máximo las variables involucradas en los accidentes, pero no resulta difícil intuir lo que sucedería si cada cual actuara por su cuenta en las calles y autopistas.
El Automóvil Club de Chile, ha elaborado el Perfil del Conductor Chileno, descrito como imprudente, arrogante y prepotente, en órdenes de magnitud, uno de cada cuatro chilenos maneja en forma agresiva; el 93% ha tenido algún evento violento en los últimos tres años con otro usuario del sistema vial, lo cual aleja por rango considerable a nuestros conductores de los estándares propios de las buenas conductas viales.
En una bienvenida iniciativa se ha abierto otra ventana, el ingreso de nuevos actores, para las complicaciones en el uso de las vías de circulación; el notable aumento de la red de ciclovías. Sin olvidar todos sus indudables beneficios, en algunos puntos su trazado ha restringido la superficie de las calzadas, dejado en determinados sectores paraderos de la locomoción colectiva que se entrecruzan con los desplazamientos obligados de los peatones o pasajeros.
Especialmente riesgoso es la actitud de no pocos ciclistas que abusan de su condición de vehículo menor, desplazándose con irresponsable velocidad dadas las circunstancias del momento, sin luces ni chalecos reflectantes cuando disminuye la visibilidad, no parece haber al respecto normativa alguna que tenga efectos prácticos.
Circular sin riesgo por la ciudad resulta complejo de asegurar, es difícil establecer a los responsables, pero, si se requiere sinceridad, a cada uno de nosotros le corresponde pensar y hacerse cargo de cuánto hacemos por mejorar la convivencia y cuidar la integridad física, o la vida, de los demás.