Reconocer el problema es la primera parte de la solución, de tal modo que si el problema es definido sólo parcialmente, o por aparente conveniencia, se opta por subestimarlo o ignorarlo del todo, su solución puede resultar parcial o nula. Y ello, lamentablemente, termina por acentuar la dificultad de su erradicación con el paso del tiempo. Un ejemplo clásico puede ser la existencia de conflictos en el ambiente escolar.
Es imposible enumerar los conflictos que se dan en un centro educativo, pues suelen variar tanto como las personas, los grupos y las maneras como se establecen relaciones interpersonales. La escuela es un reflejo de la sociedad y como tal, en ella se pueden encontrar los mismos conflictos que en ella existen, pero concentrados en un universo encapsulado, por muchas horas cada día y en casi todos los meses del año.
Según estudios sobre el particular, los conflictos en los centros educativos pueden ser de diferente naturaleza, en general, clasificables en cuatro grandes categorías; los muy frecuentes conflictos de relación que se producen cuando uno de los sujetos del conflicto es jerárquicamente o emocionalmente superior al otro, como ocurre en los casos de bullying. Conflictos de poder relacionados con las normas y las relaciones jerárquicas entre los involucrados, conflictos de rendimiento, relacionados con el currículo y las dificultades para equilibrar las necesidades individuales de formación, y la oferta académica y, finalmente, conflictos interpersonales, del mismo tipo de los que se dan en la sociedad.
En Chile, se ha observado la tendencia al incremento de denuncias de problemas de esta naturaleza en los colegios y las solicitudes para intervenir en ese tipo de conflictos han aumentado casi 24 veces en tres años, hasta 2017, cuando se recibieron 1.457 requerimientos.
El superintendente de Educación del Mineduc informa que hasta el 31 de mayo de este año se habían hecho 256 solicitudes de mediaciones, para generar las condiciones adecuadas para que los participantes; escolares, profesores, apoderados o cualquier integrante de la comunidad educativa, puedan llegar a acuerdos. Del total de las solicitudes, las más reiteradas en el último año son las relativas al trato agresivo entre los estudiantes (27,8%), a medidas disciplinarias injustificadas (17,1%), al trato agresivo del adulto al estudiante (15,2%) y a discriminación (11,2%).
La forma de trabajo tiene la característica de “buscar el bienestar del estudiante, sin que ninguna de las partes se imponga sobre la otra”, con resultados positivos, de los casos que tuvieron que recurrir a esta instancia, el 85,9% de ellos terminó en un acuerdo entre las partes, dejando la debida constancia de los consensos y de los compromisos asumidos, resultados que son un aporte concreto para evitar que se quiebren las confianzas entre el establecimiento y los padres, apoderados y alumnos, mediante una mutuamente acordada instancia de diálogo.
Este tipo de actividad marcha en el sentido correcto y diferente al modo usual de resolución de problemas, que suele ser mediante la presión, la agresión y la violencia, es una necesaria y estimulante señal que hay recursos para encontrar soluciones por la vía de la cordura y la razón, una modalidad que parecía olvidada, la educación en el conflicto, una oportunidad de cambio, de crecimiento y de indispensable aprendizaje.