Para todos, los tiempos han cambiado, empezando por nuestro concepto de futuro, a veces superando por mucho la capacidad de adaptación de personas e instituciones, la tecnología, sobre todo, ha ejercido cambios en el concepto del cambio mismo, en el orden de magnitud, en las velocidades con que se manifiesta, particularmente en el mundo del trabajo, aunque no deja estructura sin tocar. Los avances tecnológicos son parte de la evolución del hombre, aunque han llegado a ser tan pronunciados que se hace progresivamente más difícil hacer el acompañamiento de su evolución.
Para los expertos, la instalación de estas nuevas realidades afecta directamente a las empresas y emprendimientos. Tanto en la tecnología como en las personas, se ha entronizado, ni siquiera establemente, el mundo de la obsolescencia programada y de los cambios tecnológicos acelerados, tanto las máquinas como sus operadores humanos, ingresan con mayor velocidad a ese despiadado e indiferente mundo, un trabajador o un implemento que no hace demasiado se entendía que podían ser útiles por largo tiempo, ahora enfrentan el cercano horizonte del desuso.
En el mundo del trabajo las generaciones se distancian con rapidez, muchos ejecutivos observan cómo los más jóvenes manejan herramientas computacionales que ellos desconocen, que el lenguaje que utilizan es distinto. Una situación que se experimenta en todos los niveles del mundo laboral, cada trabajador percibe que hay un nuevo desafío que enfrentar; estar a la altura de los cambios.
En este escenario, cobra particular relevancia la teoría de la profecía autocumplida, una suerte de ley natural que en términos sencillos significa que las cosas ocurren porque creemos que van a ocurrir, más que porque necesariamente tiene que ocurrir de esa manera. Hay mucha evidencia en el sentido que nuestras creencias afectan nuestras decisiones y moldean nuestras expectativas. Y estas últimas afectan el modo como enfrentamos las diversas realidades, como se observa en la mentalización de equipos antes de enfrentar una contienda, a la cual se acude con mejores posibilidades de éxito si existe, por parte de los integrantes, un convencimiento de la capacidad de superar los desafíos.
El verdadero temor y resistencia a la tecnología no es por el cambio tecnológico, sino por la creencia que no se puede aprender al ritmo de las innovaciones, sin embargo, está demostrado que no hay, en términos laborales, nada que una persona no pueda aprender, el aprendizaje no tiene edad, los tiempos serán distintos y las dificultades diferentes, pero el paradigma del aprendizaje constante, de personas y empresas, es real y está para quedarse.
La principal barrera es la falta de planificación para el aprendizaje continuo, de tiempo y recursos para evitar quedarse atrás o detenerse, que para efectos prácticos es lo mismo. Tanto para los trabajadores como para los empresarios, en todos los ámbitos laborales, incluidas las iniciativas personales, es indispensable estar al tanto de los cambios, los cuales, por otra parte, suelen estar acompañados de un cambio cultural dentro de las organizaciones, con nuevas oportunidades para potenciar el progreso. Dejar pasar las instancias de actualización frente a un mundo velozmente cambiante, e insistir en seguir haciendo lo que tradicionalmente se ha venido haciendo, definitivamente, ha dejado de ser una opción.