Este conflicto cumple semanas en la Universidad de Concepción, el movimiento feminista ha logrado al menos dos cosas; poner sobre la mesa un tema, en general, de incuestionable justicia y, al mismo tiempo, con una actitud de enfrentamiento que ha logrado paralizar el diálogo, dejar a toda la Universidad comprometida, sin reparar en los daños que causa a su proyecto como casa de altos estudios y a toda la comunidad de académicos, estudiantes y personal administrativo y de servicio.
En la última reunión, la cuarta, de la Mesa Negociadora entre la Universidad de Concepción y las representantes de las Mujeres Autoconvocadas de la Universidad de Concepción, aun considerando el abierto espíritu de diálogo de las autoridades de la Universidad, conocidas las nuevas propuestas y contrapropuestas de ambas partes de la Mesa de Negociación, no fue posible llegar a ningún acuerdo para la continuación del trabajo de reuniones, por lo cual se dio por terminada la Mesa de Negociación, lo cual significa que del mismo modo quedó suspendida la ejecución de los acuerdos adoptados en las reuniones previas.
En el último párrafo se establece que la Universidad tiene la disposición para reanudar el trabajo de la Mesa de Negociación, siempre y cuando se devuelvan todas las dependencias ocupadas del Campus Concepción.
El lunes, los accesos a la Universidad estaban bloqueados por las estudiantes, dando una clara indicación que no se ha aprendido nada de las experiencias anteriores y que parece que no hubiera lección que aprender, que las mujeres actúan del mismo modo o con más contumacia que sus pares hombres para conducir movimientos, sin importar la manifiesta y abierta disposición de la Universidad para atender con la mayor prontitud materialmente posible sus demandas, a pesar que éstas últimas no terminan de conocerse.
En todas sus declaraciones, desde el primer día, la autoridad universitaria ha reconocido y se ha hecho parte de la discusión pública sobre el tema no resuelto por la sociedad chilena, relacionado con la necesidad de abordar los desafíos asociados con equidad de género, acoso sexual y discriminación en razón de sexo, género u orientación sexual, y reconocido que a pesar de existir una Dirección de Equidad de Género y Diversidad, está aún pendiente una amplia gama de medidas y políticas que permitan la incorporación de la perspectiva de género, y que esta se evidencie en el desarrollo de una educación y cultura en la comunidad universitaria.
Para la ciudadanía, que observa esta larga movilización, a pesar de solidarizar en el origen con la justicia de sus motivos, no puede dejar de sorprenderse por la intransigencia de una dirigencia que no parece tener voluntad de escuchar propuestas y discriminar en lo que puede hacerse de inmediato y lo que puede hacerse solo en plazos razonables. Para nadie es compresible que se quiera cambiar de lenguaje, de modos y usos operantes, y arraigados por siglos mediante un decreto firmado, aún con la mejor voluntad por un comité negociador.
El punto es que los problemas expuestos por el movimiento feminista está a plena luz pública y las medidas para ir corrigiendo todas y cada una de las circunstancias que permitan tener una nueva sociedad, no solo en la universidad, sino una sociedad que realmente sea igualitaria y digna para todos sus integrantes.