Podría ser una opción de jóvenes afortunados que deciden, al finalizar sus estudios, concederse una moratoria, un período para dedicarse a sus propias cosas, alejados temporalmente de compromisos académicos o laborales, pero lo cierto es que la mayoría de los jóvenes que no estudian ni trabajan no están en esa condición por libre elección.
Las últimas cifras sobre el número de jóvenes chilenos en esa situación resultan claramente un llamado de atención, tanto a las autoridades de gobierno como a al empresariado, al mismo tiempo que sugiere una necesaria reflexión sobre los programas de educación superior, o la existencia de ofertas académicas que pueden no estar vinculadas con las necesidades del mundo del trabajo, en cualquiera de sus niveles.
En términos acotados, según la información de “Education at a glance 2017”, elaborado por la Ocde, en Chile la cifra de jóvenes que no estudian ni trabajan alcanza el 21% de la población entre 15 y 29 años, por sobre el promedio de la organización que es de un 15%. Asimismo, el informe reveló que nuestro país ocupa el cuarto lugar a nivel mundial con más jóvenes en esta categoría que, según las estadísticas de la Encuesta Casen, involucra a 545.654 personas de 15 a 29 años que no trabajan ni estudian, equivalentes al 18% de ese grupo etario.
Se trata, entonces, de más de medio millón de jóvenes, el 40% de ellos viviendo en Santiago. El 63% son mujeres, el 80% pertenece a los sectores socioeconómicos más vulnerables y muchos de ellos son hijos de padres nini. Un joven que no estudia ni trabaja en una de cada 12 viviendas del país.
Hay en esta realidad circunstancias diferentes, tantas como causas, por ejemplo, un porcentaje importante de las mujeres jóvenes en esta situación abandonaron los estudios debido a embarazo a edad temprana. Para todos estos jóvenes existe la posibilidad de terminar en la calle, alejados de la esfera familiar, con riegos altos de caer en la delincuencia o la drogadicción. Más la alta probabilidad de que los hijos de los jóvenes ninis repitan, como se ha observado, el mismo ciclo, por la falta de un modelo o de un entorno que valore el estudio y el trabajo, un fenómeno “que exacerba la desigualdad y obstruye las probabilidades de salir de la pobreza en el largo plazo”, según la consultora que elaboró el informe.
También se acota que a revisar las políticas públicas que intentan abordar el tema, se observa que Chile no tiene ninguna política pública diseñada única y exclusivamente para este segmento de jóvenes y si la hubiera ninguna política podría tener impacto positivo sin el apoyo de las empresas, la conclusión es valedera y promisoria “podríamos construir una sociedad radicalmente distinta si vinculamos a la empresa con la educación”, una de las circunstancias que habría que examinar con mucho más cuidado.
Si bien es cierto, en el fenómeno ninis confluyen muchos y complejos factores, la relación educación empresa es el que más cercanamente podría reducir en plazo breve las malas cifras, se estima que si las empresas se comprometan a reducir en 30% los nini en Chile al año 2020, las cifras se asemejarían a la tasa de desempleo juvenil de Alemania, agregando 3,7 puntos de crecimiento al PIB nacional. Un desafío a enfrentar, ya que cada número significa un ciudadano que no logra incorporarse al proyecto conjunto de la sociedad chilena y lo deja al margen de su progreso.