Desde el lunes recién pasado la Universidad de Concepción tiene un nuevo rector, después de dos décadas de rectoría, Sergio Lavanchy Merino entregó a Carlos Saavedra Rubilar la medalla Enrique Molina, un símbolo de la transferencia de la antorcha de la institución a su nuevo portador, una ceremonia de extrema sobriedad, pero de inmenso significado, es posible que solo la comunidad más enraizada e inmersa de la Universidad pueda comprender a cabalidad el significado de las palabras y los gestos de esos momentos históricos, para una institución que está cerrando su primer siglo, de la mano del rector saliente y dejando la llave del siglo que viene al nuevo rector.
Esta Universidad somos todos, declara en su primer mensaje oficial la nueva autoridad máxima de esta casa de altos estudios, quien expresa su natural orgullo ante esta muestra de confianza y fe de los académicos que le eligieron para ser el conductor durante los próximos cuatro años, al mismo tiempo de reconocer su compromiso para hacer de la Universidad de Concepción una institución aún más fuerte y prestigiosa, con base justamente en la calidad de su capital humano, desde el más modesto de los colaboradores administrativos y de servicio hasta la más alta autoridad.
Ni el rector saliente, ni el rector que asumió el pasado lunes, dejaron de mencionar las ideas fuerza de la institución, en la voz de su primer rector, Enrique Molina Garmendia y la de aquellos que la fundaron, que han dejado testimonio de los primeros y duros tiempos y también de los primeros y fuertes convencimientos, por los cuales no trepidaron en dedicar sus vidas.
En el acta del día 23 de marzo de 1917, se registra las personas reunidas para “cambiar ideas acerca de la fundación de una Universidad en Concepción”, en la tercera página de dicha acta hay una declaración explícita de intenciones; “deseamos que la Universidad de Concepción sea autónoma, completa, moderna… capaz de adquirir derechos, contraer obligaciones, y disponer de patrimonio propio. En esta forma no será un gravamen para el Estado y podrá subsistir con vida propia y vigorosa con independencia del poder estatal”.
Nace la universidad dos años más tarde, en un gesto que Molina describe como heroico y temerario, “dificulto que Universidad alguna en el mundo haya nacido en cuna más humilde y desamparada”, el primer rector relata los aportes de los municipios regionales, las colectas públicas, los esfuerzos para reunir fondos en favor de la nueva obra. “¡Qué comienzos aquéllos, luchando con la pobreza, el desaliento, con la incomprensión!”.
En el acta de la sesión del 17 de enero de 1919, se acordó “establecer definitivamente durante el presente año” las cinco carreras: Dentística, Química Industrial, Farmacia y Pedagogía en Inglés. Así se nace, sin tener aún las autorizaciones oficiales, con el espíritu orgulloso de una Región que tiene fe en su propio destino.
La ceremonia de trasmisión de mando al inicio de esta semana abre una nueva y promisoria etapa para esta casa de estudios, las nuevas autoridades tienen sobre si no pocas responsabilidades, que están dispuestas a enfrentar, con un vigoroso sentido de equipo. Como al principio, la Región y la ciudad están siendo parte de la vida de la Universidad, inseparablemente, como en el origen, su crecimiento está vinculado al fortalecimiento regional y a la tarea de hacer un mejor país.