Editorial

La mujer chilena en el último Censo

Por: Editorial Diario Concepción 17 de Mayo 2018
Fotografía: Contexto.

Bien puede ser un ejemplo de la volatilidad de la opinión pública, el Censo, un proceso cuyos resultados fueron, en su oportunidad, criticados con particular ferocidad. Al repetirse, con un cierto grado de disminución en cuanto a su complejidad, no ha tenido un impacto de similar ruido, se reclamó que sin esas cifras no era posible dar un paso y, sin embargo, las nuevas cifras han pasado inadvertidas para un gran número de chilenos.

La trascendencia de la información que se obtiene de la sociedad actual de la nación, es indudablemente mayor y da una variedad de luces sobre las tendencias y fenómenos que caracterizan la sociedad chilena de hoy, y sus eventuales proyecciones, un insumo absolutamente indispensable para planificar el destino futuro de nuestro país.

El Censo muestra inequívocamente cómo ha cambiado Chile; personas que prefieren vivir solas y un papel cada vez más relevante de la mujer, el paso de una sociedad tradicional a una más moderna, lo que se refleja en el aumento de los hogares formados por cada vez menos personas, que suelen vivir en espacios de menor superficie y mujeres independientes, proveedoras y con mayor nivel educacional.

Los números son elocuentes y las diferencias marcadas, según los datos del censo último, los hogares tienen cada vez menos integrantes, de esa manera, de 4,4 personas por vivienda, como promedio en 1982, que había descendido a 3,6 en 2002, se llega a la cifra actual, que muestra la mayor caída en los últimos 35 años, con hogares integrados por 3,1 familiares por casa.

En contraste, actualmente hay un millón de habitantes que reside en hogares unipersonales, mientras que hace 10 años eran 480 mil. La tendencia anterior se reafirma con la existencia de cada vez más parejas que no tienen hijos, los que conforman 716.248 hogares. En consecuencia, está posiblemente relacionada con que, en el mismo periodo, hubo un descenso de las denominadas familias grandes; “extensas”, las que estaban integradas por padres, hijos, pero también abuelos, tíos y sobrinos.

Las implicancias sociales de estos cambios, positivas, como a actitud de las personas para romper con moldes tradicionales y buscar libremente nuevas opciones tiene como contraparte la posible pérdida de vínculos con la sociedad, la exclusión de quienes no resulten enmarcados en esa nueva forma de vida, como los adultos mayores, por ejemplo, o la pérdida de solidaridad ante situaciones que dejan de percibir como propias.

El otro aspecto fundamentalmente diferente es el rol de la población femenina, en primer lugar, al observar que el 41,6% de las jefas de hogar son mujeres y al registrar que el 84,9% de los hogares de tipo monoparental tiene a una mujer a la cabeza. Más aún, el 45,5% de las familias “extendidas” son lideradas por ellas, aportando los ingresos para los hijos, pareja u otros parientes, de modo parecido, si en encuestas nacionales del año 1992, la población femenina tenía, en promedio, ocho años de escolaridad, el año pasado la mujer pasó a tener 10,9 años de ciclo educacional, razones más que suficientes para redefinir el papel de la mujer en la sociedad chilena.

El nuevo censo, merece una mirada muy cercana, en columnas de números, aparentemente inconexos, se está dibujando cada vez con más claridad el perfil de los habitantes de esta Patria y las políticas de Estado necesarias para su evolución positiva.

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