Es un propósito que, con diversos grados de énfasis, ha estado en todos los programas de Gobierno, impulsar el desarrollo del país, aumentar la productividad, estimular el crecimiento y robustecimiento de empresas grandes y pequeñas o atraer capitales extranjeros con este propósito. Sin embargo, lo que parece no haber quedado suficientemente claro es que no se puede emprender proyecto alguno que quiera tener visos de éxito sin garantizar que se protegerá el entorno.
No se trata solamente de la protección ambiental, la idea imperante que se debe contaminar, sino en más amplio sentido, de ambiente natural, tanto como el entorno cultural y social, no es posible concebir la instalación de centros productivos, por valiosos y convenientes que parezcan, sin haber garantizado que los entornos así descritos no solo no resultarán dañados, sino que además puede haber una consecuencia positiva para todos los involucrados.
Es por eso que, continuamente, se vuelve a señalar que uno de los mayores riesgos para una empresa es el impacto que ésta produce en su entorno. Para no pocas firmas invertir en responsabilidad social empresarial es un factor más dentro de su estrategia de reputación, un paradigma que crecientemente resulta como de corto alcance y una subestimación de factores que operan en la sociedad al incorporar un nuevo centro productivo.
Para una de las estrategas líderes de impacto social, Wendy Woods, perteneciente a la Boston Consulting Group, una firma global de consultoría de gestión, es indispensable evaluar el impacto que las iniciativas pueden tener en todos los sectores de la sociedad y hacer los ajustes necesarios, no solo para ajustarlas para hacer menos daño, sino también para mejorar las cosas. Según esta experta, para un buen resultado debe haber un compromiso con el entorno en todos los eslabones del modelo de negocio, ya que esto impacta en los resultados y el retorno para los inversionistas.
El concepto emergente es Total Societal Impact- impacto total en la sociedad- al demostrarse que un porcentaje de la valorización de las empresas está asociado tanto a esas consideraciones, como a otras métricas no financieras. Que los factores éticos, sociales y gubernamentales tienen impacto en el desempeño de las empresas, que la baja sostenibilidad de éstas en el tiempo es el impacto que ellas mismas producen en su entorno, así una polémica o un conflicto ligado a la empresa es hoy más relevante que nunca en su valorización y en el éxito.
En nuestro país y aquí mismo en nuestra región, tenemos numerosos ejemplos del resultado negativo de no haber tenido estos conceptos en consideración. Hay situaciones probadas en el tiempo, que pueden ser mencionadas como, por ejemplo, el caso Freirina, una planta de cerdos que después de dos años de su cierre definitivo, debido a reiterados episodios de protestas de los vecinos, reunió más de mil firmas de los mismos vecinos pidiendo su retorno para reactivar la economía local.
Ante la perspectiva favorable en el nuevo Gobierno para retomar proyectos postergados, es indispensable que antes de enterrar primeras piedras, se establezca un sólido respaldo social, socializar las iniciativas de modo transparente y asegurar que los nuevos desarrollos sean de claro común beneficio a corto y largo plazo, y no un nuevo episodio de enriquecimiento de un grupo en perjuicio de los demás.