El desempleo es uno de los indicadores que toca más de cerca a las personas, acompaña rigurosamente a los ciclos económicos, pero también varía según las políticas de los gobiernos que impactan en profundidad las fuentes laborales, para bien o para mal.
Las cifras relativas a esta situación no son para nada alentadoras, según la encuesta de Ocupación y Desocupación del Gran Santiago realizada por el Centro de Micro Datos de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, el 17,1% de jóvenes chilenos entre 20 y 24 años no tienen trabajo, el mismo estudio revela, además, que un 11,9% de los jóvenes entre 25 y 29 años están cesantes, en términos comparativos, estos números representan el doble de la cifra de desempleo a nivel nacional, el cual alcanzaba un 6,6% de la población al momento de realizar el estudio.
Si bien, esta realidad pudiera representar a jóvenes con educación incompleta o inadecuada, también es aplicable a los egresados de la educación técnico profesional, que debieran estar más cercanos al perfil que requieren las empresas, sin embargo, se observa una desconexión entre las empresas y Liceos Técnico Profesionales, desarticulados con el sector productivo, con una formación no alineada con los requerimientos actuales del sector, una situación digna de mayor preocupación ya que, por otra parte, las empresas declaran que la falta de técnicos de mando medio es crítica para poder sostener su operación o crecimiento futuro.
Dadas las demandas contemporáneas, la desocupación laboral juvenil repercute no sólo a nivel económico, sino que también en el ámbito personal y colectivo, ya que la integración al mercado laboral es uno de los elementos de mayor importancia para ser parte de una sociedad en relativa igualdad de términos, no tener trabajo excluye al joven de previsión, consumo y de otras cuestiones simbólicas de no poca importancia que entrega el trabajo.
En la fase de transición hacia una mayor empleabilidad, se ha desarrollado una modalidad de empleo temporal, un modelo de trabajo que ha experimentado un intenso crecimiento durante los últimos años y que ha favorecido el incremento del empleo formal en Chile. Así, los jóvenes entre 18 y 29 años lideran ocupación de empleos temporales. Según los últimos registros, mientras en 2010 el número de trabajadores en esta modalidad era cercano a los 588 mil, actualmente, esa cifra asciende a un millón de personas.
El estudio de la Asociación Gremial de Empresas de Recursos Humanos (Agest) además de mostrar que la mayoría de quienes tienen trabajos temporales corresponde al segmento etario entre 18 y 29 años, plantea que por sobre todo, se establece que los empleos temporales juegan un papel fundamental en “acercar a los jóvenes al mercado laboral formal, un aspecto relevante tomando en cuenta que son ellos quienes componen uno de los grupos más vulnerables en materia de empleabilidad a nivel mundial”.
Los servicios transitorios son muy relevantes para el mercado laboral de Chile, ya sea como primera experiencia laboral o para integrarse rápidamente en el mercado, especialmente para los jóvenes esta oportunidad puede constituir una suerte de cabecera de playa para un futuro desempeño en el mundo del trabajo, o una experiencia invaluable para futuros empleos de mayor calificación, en cualquier caso un contacto con la realidad que para muchos jóvenes resulta altamente aleccionador.