Es la realidad incómoda de un país que tiene, en muchos casos, las expectativas por sobre la realidad, una sinergia peligrosa cuando se le conjuga con la característica idiosincrática de aparentar más de lo que se es, que cruza horizontalmente la sociedad chilena, aunque con mayor énfasis en la aspiracional clase media.
El mecanismo más directo para acceder a bienes, fuera del alcance inmediato, es contraer deudas, cuyo nivel, en la actualidad, ha sido descrito como preocupante al observar el aumento persistente endeudamiento de los hogares chilenos en los últimos años. El Banco Central señala que esta situación se explica por un aumento de los préstamos bancarios y el menor dinamismo del ingreso. Hay que considerar en este último aspecto que en 2017 el ingreso disponible bruto de los hogares aumentó 4%, esto es menos de la mitad de la expansión de la deuda.
Al cierre del año, la deuda de los hogares estaba constituida, principalmente, por créditos bancarios para la vivienda -37,4% del ingreso disponible anual- y de consumo, 18,2%. Las deudas con otros intermediarios de créditos, como las casas comerciales, compañías de seguros y cajas de compensación, entre otros, representaron un 15,5% del ingreso disponible. Así, esta deuda alcanza en el país el 42% del Producto Interno Bruto (PIB), situándose en su máximo nivel histórico, según informa el Banco Central, lo que ubica a Chile como el país con los consumidores con mayor deuda de América Latina, según datos del Fondo Monetario Internacional.
Ya el año pasado se informaba, según cifras oficiales, que las familias gastaban más de la mitad de sus ingresos en pagar deudas, quedándoles para gastar en el mercado local sólo un 40% de sus ingresos. Una observación interesante, al momento de juzgar estos resultados, es considerar que las cifras presentadas por el Banco Central hacen referencia específicamente a deudas con casas comerciales, súper mercados y bancos, es decir, comercio que entrega información directamente a alguna repartición estatal, pero no considera otras formas de endeudamiento informal.
El otro dato revelador es que el 75% de los morosos perciben un ingreso inferior a los $500 mil pesos, lo cual equivale a más de 2 millones 600 mil personas. En tanto, el 85% de las personas morosas con ingresos iguales o inferiores al salario mínimo corresponde a mujeres. Se añade que los nuevos morosos que ingresan al sistema, los adultos mayores, aumentan un 79%, mientras que la tasa nacional es de un 31%.
Hay que rescatar el hecho que un gran porcentaje de la duda está representada por préstamos para la vivienda y que corresponde a familias que han resuelto hacer una inversión a largo plazo, dentro de sus capacidades de financiamiento y como parte de un bien razonado modo de consolidación del grupo familiar, sin embargo, en cifras más o menos similares, se trata de créditos de consumo, cuya priorización merece mayor análisis.
La cultura financiera es justamente una de las falencias en la educación chilena, los jóvenes, particularmente, no parecen saber suficiente y adquieren bienes sin mayores reparos. Hay posiblemente un general desconocimiento del valor del dinero y de la seriedad de los compromisos que se contraen, es evidente que hace falta mayor madurez para manejar las finanzas del hogar y administrar estos aspectos en un marco de disciplina y realismo.