Es perfectamente comprensible que al fijar políticas de salud, se establezcan prioridades consecuentes con su gravedad y frecuencia, que se luche por la construcción de hospitales y postas, que se reclame por especialistas a todo lo largo de la extensa red de salud chilena, la que aunque con abundantes críticas, es, sin embargo, envidiable para estándares mundiales, tanto en su cobertura, como en la calidad de su recurso humano.
Sin embargo, al establecer los grados de importancia, otros problemas de salud quedan en la sombra, a pesar de sus consecuencias que, aunque graves, no suelen ser letales, pero que impactan gravemente a los portadores, como es el caso de la salud bucal de los adultos chilenos, una realidad sumamente grave y sumamente oculta.
Hace unos pocos años, en una tesis de doctorado, la cirujano-dentista, Iris Espinoza, aportó datos duros y relevantes que dan cuenta de las desigualdades sociales en salud bucal en adultos en Chile. Hay en esa publicación un impresionante volumen de datos duros, que se pueden resumir en una cruda realidad; quienes tienen mayor educación poseen ocho dientes más en relación a quienes sólo han accedido a la Educación Básica o, simplemente, no poseen educación; y que en las zonas con baja concentración de flúor natural en el agua, las personas llegan a tener tres dientes más con historia de caries que los habitantes de regiones del norte de Chile, que sí poseen flúor en el agua.
Por su parte, el Ministerio de Salud informa sobre la epidemiología de salud bucal con cifras preocupantes, ya que tratar de resolver la situación como allí se la describe, involucra recursos humanos y materiales de una magnitud abrumadora. En Chile, la prevalencia de adultos libres de caries es aproximadamente 0 al 2%, es decir sólo dos personas de cada cien está libre de esta enfermedad crónica y progresiva, en consecuencia, no es de extrañar que la prevalencia de desdentados parciales sea de un altísimo 79.7% en la población de 35 a 44 años y de 69.8% en el grupo de 65-74 años. La aparente disminución en el grupo mayor se explica porque estos ingresan al colectivo de desdentados totales, cuadro que muestra el 0.4% de las personas entre 35 y 44 años y el 29.1% en aquellas de 65 a 74 años.
Como se observa en el estudio citado, los estilos de vida de los individuos están fuertemente asociados con la salud bucal, los cuales, a su vez, se ven muy influenciados por factores sociales, en la familia, el colegio y la comunidad, apreciándose grandes diferencias según nivel de pobreza, educación, nivel socioeconómico y condición urbano o rural.
Se observa, en forma constante, un mejor estado de salud bucal en la población de nivel socioeconómico alto al compararla con los de niveles más bajos La población más rica del país tiene índices de salud bucal comparables a los países desarrollados, de esa manera, la falta de dientes se transforma en un indicador de situación social, la salud bucal como una marca de clase.
Una realidad conocida en un país que discrimina, de tal manera que la ausencia de dientes puede dificultar la vida de relación, la inserción laboral e incluso las perspectivas de ascenso social. No se trata entonces de la publicidad sobre la estética de la sonrisa, se trata de dignidad de las personas y su auto estima, un aspecto que la cobertura en salud no ha terminado de comprender.