Las señales no pueden ser más evidentes, el mundo laboral está siendo sometido a revisión, por todos los flancos, desde los derechos de los trabajadores, desde la competencia por los mercados hasta la productividad y la innovación, tópicos que gravitan fuertemente a la hora de definir los futuros escenarios económicos a cualquier nivel y en todos los ámbitos, desde la pequeña empresa a las transnacionales. Sin embargo, en la última línea, el punto de apoyo está en la capacidad de las personas para hacer lo que se requiere en la adaptación a ese nuevo universo.
En razón de anterior, la capacitación de los trabajadores es absolutamente indispensable ante la velocidad de los cambios y el progreso de la tecnología. Esa capacitación debe estar en armonía con las necesidades reales, en directa relación con la capacidad de competir, en calidad y precio, en eficiencia y confiabilidad. De igual modo, las competencias para el trabajo de las próximas décadas, formas de trabajo que en este momento no existen, pero que se vislumbran, en reemplazo de trabajos tradicionales que ya no serán necesarios.
El nuevo ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg Díaz, se ha referido a este punto del modo más pragmático, al criticar justamente la manera como el Estado ha tratado de capacitar a los trabajadores chilenos, al referirse al organismo más claramente involucrado en esta iniciativa, en sus propios términos, “en Sence se capacita cualquier cosa”.
La evaluación del desempeño e impacto, del Servicio Nacional de Capacitación y Empleo, es de todas manera oportuna y necesaria, su fin último se ha descrito como el objetivo de aumentar la competitividad de las empresas y la empleabilidad de las personas, lo que se quiere conseguir mediante “la aplicación de políticas públicas e instrumentos para el mercado de la capacitación e intermediación laboral, ligados a un proceso de formación permanente”.
Para el nuevo Ministro, las metas están lejos de alcanzarse, por el contrario, en su diagnóstico, la capacitación no responde a las competencias necesarias para el mundo actual y del futuro muy próximo, y echa en falta la correspondencia entre las demandas laborales y la formación de los trabajadores.
Durante la campaña, el entonces candidato a la presidencia, y actual Presidente, Sebastián Piñera había sido suficiente explícito “el Sence hoy gasta 360 millones de dólares al año y todos los estudios indican que la capacitación que hace no tiene ningún impacto, ni en la empleabilidad, en la posibilidad de encontrar trabajo a quienes se capacitan, ni en los salarios de quienes se capacitan”.
Sin embargo, el asunto más relevante sigue siendo la pertinencia, el aseguramiento que la capacitación sea útil y efectiva, con visión de futuro, para tener el recurso humano que hace falta para el desarrollo del país, para aumentar la empleabilidad y la calidad del trabajo.
No puede obviarse el hecho concreto que las tecnologías exigen nuevas formas de capacitación, que en la realidad cotidiana hacen falta técnicos calificados, con nuevas habilidades y competencias El trabajo, las organizaciones, las personas, están mutando hacia una nueva estructura. Las nuevas demandas incluirán el aprendizaje continuo, la capacidad para re-pensar y re-inventar el propio trabajo, la adaptación, la creación y la movilidad casi constante, un desafío presente e inevitable.