Durante el último decenio, pero con mayor evidencia en el último lustro, se ha descrito una situación de debilidad en la capacitación laboral de los chilenos, particularmente en el ámbito técnico profesional, el más directamente asociado con la productividad, una situación que ha mermado nuestra capacidad de competir exitosamente y que, al mismo tiempo, se ha constituido en una barrera para la inversión de capitales externos, que ve riesgos adicionales en la inexistencia o falta de personal altamente calificado.
Afortunadamente, se empieza a visualizar un cambio de paradigma, aunque por tradición la educación superior se asociaba a la universidad y la matrícula se concentraba en estos planteles, hoy las preferencias de los postulantes han cambiado. Así, en la última década ha ganado terreno la Educación Superior Técnico Profesional (ESTP), acortando las diferencias con las carreras universitarias.
Los jóvenes, progresivamente en mayor número, han visto esta opción de educación superior como más cercana a sus posibilidades y a sus metas de ingreso al mudo del trabajo, lo que explica por qué, con un importante incremento en su matrícula en la última década, los Institutos de Profesionales (IP) y los Centros de Formación Técnica (CFT) se han posicionado como una conveniente alternativa a la formación universitaria, las razones para este nuevo escenario pueden encontrarse en la duración menor de las carreras , su costo menor y la rápida inserción laboral con rentas atractivas.
El gerente del Centro de Innovación en Capital Humano de Fundación Chile, describe esta situación con cifras de por sí elocuentes: si el año 2007 el 68% de la matrícula se concentraba en universidades y el 32% en IP-CFT, en 2016 éstos últimos fueron el 46% e incluso en el caso de la matrícula en primer año, ésta fue mayor, 56%, en estos planteles.
Otra poderosa razón es la flexibilidad para combinar estudio y trabajo que ofrecen los IP y CFT. A título de ejemplo, el 73% de la matrícula CFT+IP está en programas vespertinos, mientras que la cifra es de 27% para las universidades. Los programas de ESTP están diseñados para personas que requieren combinar estudio y trabajo, lo que resulta indispensable para un gran porcentaje de la población de estudiantes que está accediendo a la educación superior.
El periódico británico The Economist, en un artículo recientemente publicado, “Es hora de terminar la carrera armamentista académica” (Time to end the academic arms race), argumenta que no siempre un título académico es la mejor medida de las cualificaciones necesarias para el desempeño de un trabajo y que es importante adquirir nuevas y diversas habilidades técnicas y vocacionales y fomentar la empleabilidad, por ejemplo, mediante cursos cortos y centrados en el trabajo, aprobados por los empleadores.
Esta nueva trayectoria de formación laboral es facilitada en nuestro país con el apoyo de becas, créditos, o gratuidad, lo que explica el incremento de matrícula en IP y CFT, que el año pasado alcanzó a los 525 mil alumnos. Progresivamente los jóvenes chilenos han empezado a valorar esta nueva opción, que ocupa un nicho con nuevas oportunidades, entre las cuales se encuentra aquella de la especialización para un mundo de alta tecnología, la clase de recurso humano que nuestro país requiere para estar en las autopistas del desarrollo.