El reciente discurso del nuevo presidente del Senado, al instalarse la Cámara Alta para el período 2018-202, tiene aspectos que reflejan asuntos que han motivado numerosos editoriales y reportajes de este medio, para expresar una justa crítica ante la aparente incapacidad de los parlamentarios para hacerse cargos de los principales y reiterados reparos de la ciudadanía por el desempeño y la actitud de sus representantes.
Se identifica en este mensaje, la apertura de un ciclo marcado por una nueva composición del Parlamento que tiene como escenario una ciudadanía impaciente y un sistema político fragilizado con cuestionable credibilidad por parte del ciudadano común, que lo observa ajeno e interesado en sus propios proyectos partidarios y la repartición, mediante tratativas de limitada transparencia, de cuotas de poder.
Recuerda el presidente del Senado, que son representantes de la ciudadanía, que no tienen otra función que esa, ni tienen otra base de apoyo, por lo cual es grave que sea justamente esa situación la que muestre la mayor debilidad de los parlamentarios, en sus propias palabras; desprestigio, desconfianza y distancia se han vuelto comunes en la relación con los electores.
Al examinar las circunstancias que vive el país reconoce que éste ha experimentado un largo período de crecimiento y modernización, que la pobreza disminuyó drásticamente y que ha emergido una aspiracional clase media, la que ha accedido a nuevos bienes y servicios y, al mismo tiempo, se ha empoderado a la ciudadanía ampliando de manera notable las libertades políticas y culturales.
Son esos colectivos de la sociedad los que juzgan a los parlamentarios, el documento lo declara; “una crítica que se repite es que somos abusadores y privilegiados, que tenemos sueldos muy altos y beneficios por encima de cualquier ciudadano”. “Los ciudadanos perciben, además, que todos los políticos y, en particular, los parlamentarios, somos corruptos” La tercera crítica es que los parlamentarios “no aportan y hacen mal su trabajo. El juicio crítico proviene de algunas leyes defectuosas; problemas sociales no resueltos por décadas y leyes que perjudican a grupos específicos”. Temas muy sensibles que no se resuelven: las pensiones y la vejez, los niños y el Sename, los discapacitados, la migración, la deuda histórica de los profesores, entre una larga relación.
En el directo mensaje del nuevo presidente del Senado hay un reconocimiento de actuaciones falentes, incluyendo la dictación de leyes cuya calidad debe ciertamente mejorar, pero, por sobre todo, hay un declaración de intenciones que debe ser tomada como un compromiso; la demanda de absoluta transparencia, con todas las cartas sinceramente sobre la mesa.
Hace falta igualmente un cambio sustantivo en la forma de relacionarse con la ciudadanía, aprender a escuchar, tener el respeto de observar las circunstancias económicas, sociales y culturales propias de los colectivos ciudadanos.
La llamada clase política está en deuda, tiene que mostrar que es capaz de recuperar la confianza de la gente, el primer requisito es cercanía, frente a frente es posible entender, comprender, hacer las cosas en conjunto para el bien de todos. Los cambios en el parlamento ofrecen una nueva oportunidad, que no debe perderse, la alternancia del poder tiene ese deseable aspecto, mala cosa sería desaprovecharlo.