Ahora que lenta, pero implacablemente se acerca marzo, comenzarán a repetirse, también, algunas escenas, cada vez con mayor intensidad y sobre todo los domingos tarde/noche: la de interminables colas en las rutas, y en particular en las cercanías de los peajes. Con ello, un viaje que solía ser de duración predecible, se puede transformar en largas esperas, que pueden tornar aún más irritante el ya doloroso regreso de las vacaciones. Una realidad que claramente no cambiará en el corto, mediano y largo plazo, pues el parque automotriz chileno sigue creciendo a una velocidad ampliamente superior al de las obras viales.
En efecto, en los últimos 15 años, los números no dejan de sorprender, si en el año 2000 habían 1.314.129 de vehículos inscritos, para fines de 2015 el número había llegado hasta los 7.314.305 unidades. Para poner este asunto en debido contexto, considerando sólo el lapso año 2010 hasta mediados de la década, el alza del parque automotor nacional es de un 41%, según datos del Registro Civil. Hoy, nos encumbramos más allá del 50%.
Bío Bío, por supuesto, no se queda atrás en este crecimiento, solo superado por la Región Metropolitana y la de Valparaíso.
No hay duda que la realidad ha superado con creces las proyecciones, no solo as de venta sino los resguardos de todo orden frente a esos números, grandes edificios sin estacionamientos suficientes, casas con más de un automóvil, calles estrechas, ni un solo barrio por apartado que esté, donde sea fácil estacionar, más la larga lista de consecuencias, contaminación, dificultades de circulación, tiempo perdido, cuando debió haber sido al revés para cada persona que se moviliza.
La otra cara, la cifra dolorosa es aquella de loas accidentes y sus consecuencias, con un costo enorme tanto para las familias involucradas como para el Estado.
No se trata de un indicador esperable, significa que hay situaciones que no han tenido un adecuado tratamiento por los organismos que corresponda, los mismos que, en base a datos y programas, comprometieron a Chile ante la ONU en 2010, proponiendo que la meta a la cual el país debía llegar hacia 2020, era la cifra máxima de 1.276 muertes por accidentes de tránsito, un 20% menos que los 1.595 registrados al inicio de la década. Sin embargo, en lugar de ir a la baja, las cifras muestran una tendencia al alza desde 2012, con un estancamiento a la baja en los últimos dos años.
El sentido común nos indica que habiendo más vehículos en la calle, hay más posibilidades de accidentes. Sin embargo, para los expertos, no se puede responsabilizar a la tasa de motorización del aumento de los accidentes, sino a la irresponsabilidad y falta de cultura cívica de muchos conductores, partiendo por el exceso de velocidad, responsable del 40% de las muertes. En ese sentido, hay poco interés y nula sensibilidad.
Mientras tanto, cientos de miles de chilenos ocupan las carreteras, volviendo de sus vacaciones o saliendo durante los fines de semana con sus familias. Nunca está demás recomendarles a todos, la máxima más importante: pensar en quienes más queremos o en el daño que le podemos causar a otros a través de una conducción irresponsable, un innecesario exceso de velocidad o con ingesta de alcohol. En la carretera y en la ciudad el consejo es el mismo: conducir siempre a la defensiva, y aplicar siempre el autocuidado.