El problema sustancial que influye sobre las políticas de igualdad de género es que los géneros son desiguales, por lo cual hay que pensar más bien como ambos géneros se complementan, como se han complementado desde el inicio de los tiempos, pero con la diferencia innegociable que esa complementariedad debe efectuarse en igualdad de oportunidades y de trato, a pesar de las diferencias, tanto positivas como negativas, de ambos componentes.
No ocurre de ese modo, no se termina de hacer explícitas y evidentes esas diferencias, como para lograr un trato ecuánime, que no consiste en establecer cuotas arbitrarias, sino dar los espacios a los talentos y competencias particulares de cada género. En ese contexto, resulta oportuno examinar los resultados de la última encuesta nacional de Calidad de Vida y Bienestar, del Ministerio de Salud.
Entre los resultados de esta encuesta, que consultó a una muestra representativa de más de 7.000 personas, el 67,4% de ellas calificó su calidad de vida como “buena o muy buena”, considerando que para evaluar la situación se ponderó numerosas variables utilizadas como indicadores, entre éstos; las condiciones laborales, el entorno del barrio o vecindario, participación y apoyo social, estilos de vida y la salud, en lo referido a accidentes y enfermedades crónicas.
A pesar que en general se aprecia un mejoramiento en diversos aspectos, al comparar con las encuesta precedentes, tales como la privacidad, dinero, condición física, bienestar emocional, diversión, salud y vida en general, los números son otros cuando se desagrega el universo por género. En esa situación, la medición indica que las mujeres son más críticas que los hombres respecto de su calidad de vida, pues el 63,8% de las encuestadas afirma tener “una muy buena o buena”; mientras que en los hombres la cifra alcanza el 71,1%
La situación se explica en parte por dos factores aludidos en la encuesta; las mujeres poseen una mayor carga de trabajo y las dificultades para conciliar la vida laboral con las demandas de la familia. Para los informantes esta situación es debida tanto a las inequidades laborales como a la “doble carga”, que se entiende en el rol dual que deben cumplir un gran número de mujeres que transitan entre lo profesional y lo doméstico, de este modo, el 51,4% de ellas afirma no tener a su cuidado a nadie después de trabajar, contra un 72,2% de ellos.
La percepción de salud es otra pregunta que refleja el mayor rango de insatisfacción entre las mujeres, donde el 31,9% de las encuestadas asegura que su salud es “regular o mala”, versus el 17,7% de los varones. Así, la carga de enfermedades en ellas es casi el doble que en ellos y se agudiza cuando entran a la tercera edad, en consecuencia, la peor calificación de la calidad de vida proviene de las mujeres mayores de 65 años, junto con quienes tienen menor nivel educacional.
Con lentitud, pero incesantemente se instala en la sociedad la valoración los talentos, por sobre consideraciones de género, una forma de madurez que requiere de cultura más transversal que el actual, las brechas socioeconómicas y culturales son barreras objetivas para avanzar con mayor rapidez.