Las situaciones sociales y políticas resultantes del transversal fenómeno de la postverdad dan vuelta al planeta con desconcertante velocidad, produciendo, no solo comentarios o novedades comunicacionales, sino hechos concretos, muchos de los cuales resultan altamente preocupantes y de inmenso impacto. Siempre se ha sabido que las palabras crean realidades, pero no se había observado tal grado de magnitud.
Se llama a reaccionar, a no dejarse arrastrar por las medias verdades, a enfrentar este fenómeno racional y efectivamente, dada la abundante evidencia de eventual daño profundo. Mattew D’Ancona, columnista político británico, colaborador del New York Times y autor del reciente libro; Post-verdad: la nueva guerra en la verdad y cómo combatirla (Post-Truth: The New War on Truth and How to Fight Back) señala que para combatir este problema es importante entenderlo, en su concepto, la postverdad es un fenómeno emocional que surge como consecuencia de la pérdida de la confianza en las instituciones. Confucio escribe; “Resulta totalmente imposible gobernar un pueblo si éste ha perdido la confianza en sus gobernantes”.
Para empezar hay que aceptar que no se debe asumir como postverdades cualquier mentira, porque éstas siempre han existido, la mentira política es entonces una conducta dolosa, vieja y previa, lo nuevo está en el entorno digital,- las redes sociales y dispositivos móviles- que permiten ignorar fácilmente a los medios tradicionales y poder llegar directamente a audiencias masivas, con cualquier mensaje, la otra novedad es el aprovechamiento de este espacio virtual e inasible para atacar a la prensa escrita, o restarle valor.
Es la herramienta más eficaz del populismo, que consiste en reemplazar la compleja honestidad por una engañosamente simple realidad, cambia lo racional por lo visceral, de ese modo las personas, confundidas con la simpleza del lenguaje y la declaración que se habla con la verdad, ven a los que usan estos métodos de comunicación como políticos diferentes que abordan sus ansiedades y sus esperanzas. El populista entiende primero que para tomar las emociones hay que alejarse de la explicación técnica, abstracta y reemplazarla por la simplicidad.
El gran enemigo del populista es el “buen periodismo” que busca en cambio revelar la complejidad, los matices, las naturales paradojas del vivir en comunidad, evitando la corrupción del sentido de las palabras, en otra sentencia de Confucio; ”No sabemos en dónde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se corrompen y los significados se vuelven inciertos, el sentido de nuestros actos y nuestras obras también es inseguro”.
Los mensajes erráticos, sin respaldo, efectivos en comunicar ideas falsas pero deseables, tienen como contraparte la revelación de su contenido fraudulento que terminaría por restarle credibilidad, pero sobre todo el periodismo serio, que busca en cambio revelar la complejidad, los matices, las naturales paradojas del vivir en comunidad, por poco rentable que sea decir la verdad.
La crisis de información torrencial e incontrarrestada no es problema de acceso a las redes sociales, es un problema de relaciones entre personas y de confianzas, es un problema de civilidad y de cultura, aquella capaz de discernir entre lo esencial y lo superfluo, entre la verdad y la mentira.