La superficial autocrítica de los actores políticos
06 de Enero 2018 | Publicado por: Editorial Diario Concepción
Por un momento ingenuo, los ciudadanos más tradicionales tuvieron la ilusión que los políticos de la coalición derrotada se harían cargo de sus eventuales errores y procedieran a hacer una autocrítica, no una flagelación pública, o actos de contrición frente a la ciudadanía, sino un análisis objetivo de los motivos por los cuales el candidato presuntamente ganador,- o para los más mesurados, ganador en una dura contienda voto a voto- , había sido vencido sin apelación, con un margen que no esperaban ni ganadores ni perdedores.
Nadie ha mencionado que el error principal fue dejar de estar junto a la gente, no haber sido capaces de ser los traductores de las esperanzas de sus conciudadanos, de haber perdido contacto, de alejarse paulatinamente hasta envolverse en una realidad forjada para y por ellos mismos, encapsulados en una distorsión de la realidad de la gente común.
Los resultados fueron atribuidos a problemas de estrategia de los partidos, que hubo errores en la evaluación del público objetivo, por ejemplo, o más detalladamente, en un análisis más específico de un diputado demócrata cristiano, quien describe a las políticas públicas del Gobierno como un componente de la derrota, junto con indicar que el electorado ha enviado una “señal fuerte y clara”, que habría que saber leer.
Hay un largo listado de explicaciones plausibles, todas ex post, el impacto negativo de las banderas de izquierda utilizadas por la Nueva Mayoría, elegir ignorar la opinión del pueblo evangélico, quitarle los patines a los que van más rápido, la percepción alentada desde las encuestas señalando el sentimiento que no se iba por buen camino, poniendo en peligro la sustentabilidad de las políticas públicas y el aumento del endeudamiento de Chile.
Si bien es cierto, el gobierno saliente ha dejado instaladas una serie de iniciativas para hacer un país más justo, al mismo tiempo yerra en desconocer cómo las desprolijidades y las prisas han determinado rechazos, polémicas y demoras, olvidando las premisas básicas de los consensos, volviendo a las políticas de avanzar sin transar, cuyo alto precio acaba de pagar la actual y saliente administración.
La falta de autocrítica real, como la que es posible entrever en una larga entrevista a un medio de amplia circulación nacional, del presidente del PPD, es patente ante su observación que la explicación de la derrota “más bien habría que encontrarla en la falta de compromiso de los partidos, como en las incesantes pugnas entre ellos y al interior de los mismos”, nada sobre el evidente rechazo del ciudadano común a sus propuestas y tendencias.
Otros altos personeros de la ex Concertación se limitan a lamentarse de la alta votación obtenida por Sebastián Piñera en comunas populares, que en su estrecho concepto tendrían que haberse mantenido fieles, sin reflexionar sobre los profundos motivos de esa decisión de la ciudadanía, con el agravante de restar valor a su capacidad de discernimiento, subestimando igualmente las auténticas necesidades de las personas, describiendo sus propios errores gruesos como peccata minuta.
La clase política chilena, indispensable para el ejercicio de la democracia, debería tomar de estas lecciones debida cuenta, tanto de gobierno como de oposición; la obligación primaria de gobernar por el bien de los gobernados, de no perder la cercanía con el ciudadano común, de ser auténticos servidores públicos.