Las necesarias bases para las demandas de los chilenos

21 de Diciembre 2017 | Publicado por: Editorial Diario Concepción
Fotografía: Archivo

Es la oportunidad perfecta para verter ríos de tinta al interpretar los resultados de la última elección presidencial, es un tema inagotable, pero hay algunas situaciones que difícilmente pueden ser leídas de otra manera; los chilenos optaron por la pausa, detener por un momento la artillería de reformas complejas y simultáneas y conseguir un espacio para consolidar el crecimiento, tener tiempo para reflexionar y, en el intertanto, ganar una necesaria certidumbre, recuperar confianza.

Sebastián Piñera supo captar este clima de desconcierto e inquietud, particularmente de la clase media, que en términos gruesos suele ser exactamente así, el centro, la aurea mediocritas, el punto equilibrado de la báscula, ni muy de prisa, ni en estado de parálisis. Avanzar, cierto, pero con los tiempos y las precauciones, sentimiento que el gobierno saliente no terminó de entender, en la prisa por cambiar todo, casi refundacionalmente, en menos de un lustro.

La reflexión del ex presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara y miembro del equipo económico de Piñera, en los días anteriores a la elección, resulta particularmente ajustada, al concluir que si bien es cierto que en su mayoría los chilenos están satisfechos de lo mucho que han logrado en estos últimos decenios, hay algo que no marcha.

Efectivamente, en muchas consultas y encuestas se verifica una brecha notable en los grados y ámbitos de satisfacción de los chilenos, entre lo colectivo y lo individual, satisfechos con sus familias, contentos con su vida, pero profundamente insatisfechos con las instituciones y desconfiados de lo que pasa en el mundo colectivo de la política, sienten a ese respecto, en la expresión de Vergara, temores y fragilidades.

El programa del Presidente Piñera parece dar más certezas, podría ser la explicación que ha sorprendido incluso al propio candidato, al proponer un país con oportunidades para todos y una red de apoyo para quienes tropiezan, pero sobre todo por la impresión que se le baja las velocidades, a veces febriles y voluntariosas, de cambiar todo, por otra cosa que no termina de definirse y proponer una fase de realismo y asentamiento que permita crecer y generar riqueza.

El programa del Presidente Piñera contiene un detalle muy minucioso de las medidas y sus costos, por ejemplo, la gratuidad técnicoprofesional en régimen costaría entre US$ 300 millones y US$ 400 millones, implementándose gradualmente según crezca la economía. Se mantiene la política de gratuidad en la educación superior, pero al mismo tiempo se espera tener recursos para implementar eventuales avances en esa dirección.

Hay detrás de las cifras y las explicaciones de los expertos, conceptos que el ciudadano común entiende bien, que es preciso tener recursos para repartirlos, que no se puede atender un solo problema descuidando los demás, que hay que tener claras las prioridades, que si la educación es importante, también lo es la salud, el pilar solidario de las pensiones, la seguridad pública, la infraestructura del país y la renovación de la tecnología en todo el aparato público y productivo.

El crecimiento de la economía es indispensable, pero no suficiente, no es un fin en sí mismo, sino la posibilidad de acercar a todos los chilenos el cumplimento de sus sueños y aspiraciones, en un país que tiene todo para ser mejor y ahora, como ocurre cada cuatro años, una nueva oportunidad.