Se ha estado trabajando en un marco nacional de cualificaciones, denominación que en general no se explica por sí sola, una iniciativa que podría ser mirada con la desconfianza propia de malas experiencias con nuevos órganos estales o privados. En este caso, sin embargo, se busca ordenar, para que, sobre todo en el ámbito de las escuelas técnicas o institutos profesionales, los títulos que se otorguen expresen que el portador tiene competencias, habilidades y destrezas propias de su título, que un técnico en computación, por ejemplo, tenga una preparación y competencias que, aparte el sello de la institución que lo ha formado, sea similar a todas los otros egresados de carreras con iguales propósitos.
Este ordenamiento es indispensable en un mercado cada vez más acotado, con descripciones muy específicas sobre las competencias que se requieren en el mundo laboral. Si estas capacidades de los trabajadores no están debidamente aseguradas, la consecuencia es una eventual barrera comunicacional entre la oferta y la demanda, con la dificultad agregada de la opacidad y asimetría de información existente en la actualidad.
Según una publicación de las revista Calidad en la Educación, el año 2013, con el título “Un marco de cualificaciones para la capacitación y la certificación de competencias laborales en Chile”, no hay mecanismos ni instrumentos suficientemente adecuados que permitan a las personas visibilizar sus competencias, ni tampoco instrumentos que permitan a cualquier empleador confiar que estas sean suficientes para la productividad y desempeño requeridos, ni para diseñar e implementar programas de formación orientados a desarrollarlas.
En un informe preliminar dado a conocer hace pocos días, la Comisión de Productividad ha identificado una gran disparidad entre carreras, el documento de la entidad da cuenta, además, de más de 150 mil nombres distintos para cursos similares. La CNP identificó planes de estudio que se llaman igual, pero que imparten distintos contenidos, en distintas ciudades del país, como Antofagasta, La Serena, Valparaíso y Concepción, entre otras.
Como primera y obvia conclusión de los autores del estudio “se requiere …homologar los planes de estudio lo más posible, sobre todo para que quien contrata después tenga claro las aptitudes que está contratando…hay una necesidad de unificar criterios con un marco de cualificación”. Ya que entre los hallazgos más relevantes encontrados por la Comisión, se destaca una “gran cantidad de títulos y nombres de programas con gran heterogeneidad en las competencias que entregan”.
Esto implica que se requiere homologar los planes de estudio lo más posible, sobre todo para que el empleador tenga claro las aptitudes de quien está contratando, del mismo modo hace falta unificar criterios con un marco común que los identifique. Por otra parte, también se observa que existe en el país un mosaico de programas de formación técnico-profesional, pero que los sistemas no conversan entre sí ni están todos adecuadamente vinculados con el sector productivo para las necesarias competencias actuales y las del futuro próximo.
Si bien es cierto se ha avanzado en el acercamiento entre la academia y el sector productivo, este es progreso es lento y sembrado de barreras que deben ser despejadas por mutuo acuerdo, en beneficio de ambos ámbitos y de los futuros trabajadores chilenos.