La analogía de la bola de nieve, que aumenta de volumen en la medida que cae, resulta particularmente adecuada para referirse al problemas de las pensiones de millones de chilenos que observan con pavor que sus entradas se reducirán, con suerte, a la mitad de su renta como trabajador activo, y muy posiblemente menos, a pesar de haber cotizado regularmente durante toda su vida laboral.
Levantadas las veladuras, se sabe ahora, cuando la vida laboral de muchos se ha agotado, que hubo un lamentable error de cálculo, que se debió haber aumentado significativamente el monto de las cotizaciones cada mes y que no era posible dar cumplimiento al setenta y cinco por ciento de la renta activa, ante otra realidad que pudo haberse predicho, ya que representa una tendencia sostenida; el aumento de la expectativa de vida, por lo cual había que tener montos mayores, para repartir por plazos más largos.
El problema está en la calle, en las empresas del rubro, en las silenciosas e inaccesibles salas de expertos del palacio de gobierno, en las asesorías bien rentadas de los legisladores y otras instancias indirectamente involucradas, debido a la transversalidad del desafío, del cual casi ningún trabajador está libre y que describe un futuro inquietante de progresiva pobreza o mayores carencias.
Si eso ocurre con los trabajadores que cumplen regularmente con sus cuentas de ahorro para pensionarse, es mucho más agudo como problema si los aportes han sido bajos, irregulares o con largas lagunas.
A ese escenario, el de la bola de nieve, que hasta el momento no se puede reducir ni en volumen ni en velocidad, se agrega un colectivo, muy numeroso y en aumento, de trabajadores independientes, a quienes no les afecta la obligación de cotizar.
En el sistema de AFP, se ha detectado una situación que debe encender las alarmas más urgentes; si bien existen en la actualidad poco más de dos millones de trabajadores independientes en Chile, incluyendo a aquellos que trabajan por cuenta propia, solo el 6,6% de estos trabajadores cotiza, la menor tasa del último quinquenio, una situación que se hace posible al no existir todavía una legislación que haga la cotización obligatoria y que se hace más notoria al incrementarse el número de cotizantes independientes.
Se esperaba que el año pasado entrara en vigencia la obligatoriedad de cotizar para los trabajadores independientes, pero el Gobierno decidió postergarlo hasta 2018, lo que ha generado preocupación en el sistema previsional y en los expertos, ya que esta realidad, predeciblemente, se transformará en otro foco de incordios futuros y presumiblemente en un elemento de turbulencia social.
Aun considerando que no todos los trabajadores independientes tienen un margen para ahorro, trabajando en condiciones precarias o irregulares, hay un número muy importante de trabajadores independientes a honorarios cuyas rentas son incluso muy superiores a las rentas promedios de los trabajadores que cotizan por ley y sin embargo no lo hacen.
Hay que dar una mirada cuidadosa a las estadísticas de empleo, se puede asociar trabajo independiente como un positivo indicador de emprendimiento, pero también puede ocultar el hecho que hay trabajadores de esta naturaleza que apenas cubren sus necesidades y quedan desprovistos de previsión, más otros que se restan al ahorro, es una realidad que requiere ser transparentada.