Editorial

Los signos premonitorios del daño ambiental

Por: Editorial Diario Concepción 11 de Octubre 2017
Fotografía: Agencia UNO

El controvertido asunto del calentamiento global ha puesto sobre los hombros de la humanidad la responsabilidad de cuidar el planeta, la controversia reside en el hecho de carecer el hombre de duración suficiente sobre la Tierra como para tener referentes relevantes sobre fenómenos que se desenvuelven posiblemente en ritmos de millones de años, por lo cual la temperatura de nuestro planeta pudo haber sufrido cambios, de hecho hay evidencias de épocas glaciales, por ejemplo, en ausencia de nuestra especie.

Sin embargo, por sobre esas especulaciones, lo que es cierto y visible es que la presencia del hombre está dañando el entorno planetario con velocidad creciente y cada vez con más amplitud, en aguas contaminadas, en deforestación, en contaminación del aire, en destrucción de especies de todos los reinos biológicos.

Los signos no son siempre estruendosos y espectaculares, a veces resultan de relativa poca importancia, como un leve cambio, negativo pero intrascendente, como la muerte de las abejas, pero para una mirada más atenta, se trata de un incidente ominoso y de alto y negativo impacto, ya que estos insectos melíferos juegan un papel clave en el ecosistema, al estar encargados del 80% de la polinización, además de la miel y sus derivados con propiedades medicinales. Lamentablemente no se trata solo de la producción de miel, la reducción en sus poblaciones, de empeorar, se convertirá en un riesgo para las personas, a pesar del temor que para muchos generan sus aguijones, zumbido y la posibilidad de picaduras.

El fenómeno de la desaparición es conocido como Desorden del Colapso de la Colmena y provoca una disminución de entre el 30% y el 60%. Su pérdida genera cambios en la cadena alimenticia, pues de ellas depende la cantidad y la calidad de las cosechas, de seguir las cosas como están las abejas podrían desaparecer de Chile en un par de decenios, ya que la población de abejas disminuye un 8,0% cada año.

Sin embargo, para expertos preocupados de este fenómeno, nuestro país podría convertirse en el último refugio de estos industriosos insectos -cuya existencia está amenazada por igual en todo el mundo, por factores negativos que resultan comunes en todas partes- debido a sus condiciones geográficas y recursos hídricos. Siempre y cuando se tomen medidas adecuadas para controlar las amenazas más severas; la deforestación, el uso de pesticidas, las antenas de la telefonía celular, torres de alta tensión, cultivos transgénicos y la invasión de especies invasoras, como las avispas africanas llamadas “chaquetas amarillas”.

La desaparición de las abejas supondría además la pérdida de miles de empleos que dependen directamente del trabajo de estos insectos, especialmente en el ámbito rural. Asimismo, provocaría una drástica disminución de los ingresos del sector frutícola y transformaría la cadena alimentaria.

La sugerencia de los expertos es comprometer a las comunidades, y hacerlas conscientes de la necesidad de la conservación de las abejas; plantar flores, cuidar las áreas verdes. Entender cuál es efectivamente su vital importancia, un proyecto global que ayude a descontaminar la tierra.

La disminución de la población de abejas es uno de esos indicadores silenciosos, catástrofes ambientales, humildes, pero ominosos signos del deterioro del planeta, fáciles de ignorar y por lo mismo extremadamente peligrosos, por no parecer que sean graves.

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