Para el ciudadano común las candidaturas a la Presidencia de la República han tenido una característica diferente a las precedentes, en el sentido que las noticias parecen provenir de los medios, de alguna manera la discusión sobre los grandes temas que interesan íntimamente a los chilenos, ha sido reemplazada por un aburrido listado de situaciones que todos conocemos, agregando promesas, naturalmente obvias, de que el arreglo está en las manos de los candidatos, en realidad , recitativos de dificultades y letanías de propuestas en plena ausencia de soluciones factibles, en la frase de William Shakespeare; mensajes llenos de ruido y furia, significando nada.
En el último debate sobre ideologías y convicciones, se omite mencionar sobre qué base se levantarán los andamiajes de las soluciones que se proponen, con qué fundamento económico, sin el cual las profecías no tienen la menor posibilidad de cumplirse y si ello ocurriera sería solo por un tiempo, con el agravante que, al esfumarse el sueño, la nueva realidad es peor que la inicial, sumado con el contraste al comparar lo que se ha perdido con lo que queda. Convenientemente se olvida que la importancia de la economía radica en que ésta forma parte del ser humano y que éste es un ser lleno de necesidades, que suele vivir en el esfuerzo por satisfacerlas.
En el último informe 2017-2018 del índice de Competitividad Global, realizado por el World Economic Forum (WEF), en conjunto con la Universidad Adolfo Ibáñez, hay indicadores buenos para Chile, pero del mismo modo algunas alarmas encendidas. No son en general malos números, si se ha estado atento a las intranquilidades e incertezas del mundo empresarias en los últimos meses, pero de algún modo armonizan con el sentimiento de la ciudadanía en el sentido que es posible mejorar.
En primer lugar, es positivo que, considerando lo anterior, el país siga siendo el mejor en Latinoamérica en competitividad, manteniendo el lugar 33 entre las 137 naciones de referencia, la señal de preocupación aparece en el rubro cuentas fiscales, con un déficit mantenido, que este año alcanzará un 3.1% del PIB, con aumento considerable de la deuda bruta, que ya supera el 20 por ciento del producto, en ese punto Chile desciende veinte posiciones al lugar 69 global.
Los datos duros que muestra este informe del WEF, señalan los factores más problemáticos para hacer negocios en Chile, un tema absolutamente relevante y que, por lo mismo, merece la debida atención, el primero y más fuerte son las regulaciones laborales restrictivas, un asunto que ha estado en la mesa desde la primera indicación de la Reforma Laboral. La segunda es de larga data y de enorme resistencia, la burocracia gubernamental ineficiente y en tercer lugar, un dato oscilante, ya que refleja la coyuntura política del momento, la inestabilidad política relacionada probablemente al periodo eleccionario, de cuyo resultado depende mucho de los escenarios posibles.
Es esperable que los candidatos presten atención a estos indicadores y hagan sus proposiciones basados en realidades concretas, Chile no puede perder posicionamiento, quien quiera tomar el timón de esta nave debe dar muestras inequívocas que saber de qué se trata y de sus competencias para ir a buen puerto, del mismo modo quienes emitan su voto deben ponderar esas indispensables competencias en el perfil de los candidatos.