Editorial

El debido respeto a la dignidad del cargo

Por: Editorial Diario Concepción 13 de Septiembre 2017
Fotografía: Agencia UNO

Quien estaba allí, invitada a un acto solemne para conmemorar  la independencia de la Patria, era la Presidenta de la República de Chile, no solo la persona que representa la voluntad democrática al elegirla como la conductora del poder ejecutivo, en el cargo de la más alta autoridad del país, sino además el cargo mismo y su dignidad.

“Nuestro deber es gobernar para todas y todos los chilenos, con respeto a las distintas posiciones y sin imponer creencias personales”, fue el comentario de la Secretaría General de Gobierno, por los incidentes durante el desarrollo del Te Deum Evangélico celebrado este domingo, en un ambiente tenso, consecuente a las intervenciones de los pastores, quienes  se centraron en  críticas a Michelle Bachelet por la agenda valórica de su mandato, el comportamiento del público asistente fue impropio, con claros tintes de contingencia política, muy alejado del espíritu tradicional de esta  ceremonia.

Hubo falta de respeto y por parte de algunos asistentes, un comportamiento inapropiado,  desde la antigüedad, el respeto a la autoridad, más que a la persona, es el respeto del orden. Más aun cuando la persona que representa ese orden está allí elegida democráticamente, es un respeto como valor para seres libres, la sociedad de los hombres respetuosos, no por el avasallamiento propio de personas temerosas ante un ser autoritario.

Faltó cultura política, faltó el sentido de la oportunidad, faltó estatura al utilizar la instancia de recogimiento y tradición republicana cuando un  pastor y candidato a diputado por un partido de la oposición, emplazó a Bachelet por sus proyectos  valóricos al mismo tiempo que  cuestionó que “movimientos minoritarios” hayan logrado instalar “una agenda que ni siquiera cuenta con el respaldo de la mayoría de la ciudadanía”.

Debe quedar perfectamente claro que no se trata de respaldar lo que ha hecho el gobierno, del mismo modo que no es asunto de rebatir las políticas que se han implementado, se trata de dejar claro que no era el lugar, que no era la forma. Que se haya confundido deja en muy mal pie a quienes resultan involucrados, es una demostración muy preocupante y clara de lo hemos perdido en civilidad, un  error grosero que no habría cometido un escolar cuando la educación cívica era una segunda naturaleza, el digno comportamiento del ciudadano culto.

Por lo tanto las reacciones de los políticos deben ser igualmente cautas al hacer interpretaciones de los hechos, se trata aquí de la máxima autoridad del país, y el respeto que se le debe a la persona que ocupa ese cargo, un cargo que está allí  como producto de toda la historia de Chile independiente y que será ocupado por otros, que independientemente de sus creencias e ideología, sean elegidos por la voluntad de la mayoría de los ciudadanos.

Es una lección para los tiempos próximos, al aproximarse la fecha de los elecciones, no tenemos enemigos políticos, solo adversarios en un país libre, cada quien con una propuesta transparente y convencida para el bien común, las ideas fuerza mediante las cuales se quiere contribuir al desarrollo de la patria de todos, las ideas pueden parecer de valor diferente para cada ciudadano chileno, pero se trata justamente de eso mismo, la libertad para proponer opciones que se estima adecuadas desde el punto de vista de quien las expone, en la discusión que se espera ante estas propuestas no debería olvidarse la obligación republicana del respeto mutuo.

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