Hace muy pocos días se hizo una entrega preliminar de datos relativos a los resultados del último censo, posiblemente no histórico, pero se espera en cambio que sea confiable, dada la trascendencia de estas cifras para toda suerte de fines, pero principalmente para los análisis indispensables de políticas públicas.
No es del todo un resultado sorprendente, no hace otra cosa que confirmar una tendencia esperable, solo que se estimaba que no tuviera pendientes tan marcadas, cada dato tiene, eso sí, un significado bastante orientador para que cada ámbito estudie el impacto consecuente a estas nuevas cifras, que aun preliminares indican que los chilenos no hemos llegado a ser 18 millones, somos, hasta nuevos ajuste posibles, 17.373.831 personas, al cierre del proceso principal de levantamiento, en el cual se logró una cobertura del 98,95% del total de viviendas particulares – 6.356.073 unidades- a nivel país, tras el levantamiento en terreno y el proceso de recuperación censal, como informa el INE.
El censo, que para un sector numeroso de la ciudadanía consiste sólo en saber cuántos somos, tiene otras aplicaciones más trascendentes; señala con mucha precisión qué se espera del perfil del país para los años próximos, los cambios demográficos que en cada ámbito tienen significados específicos, para el área de la salud, por ejemplo, que basa su programación en los macro datos epidemiológicos para estimar la frecuencia de determinadas patologías asociadas tanto a edad como a género, o al mundo de la educación, que en primera lectura ya ha de haberse enterado que la población escolar experimentará disminuciones notables, salvo algunas compensaciones debidas a la población infantil de migrantes.
Hay cifras que representan claras señales de cambios sustantivos en la estructura poblacional del país en plazos más breves que lo estimado, para empezar, un millón de habitante menos que la proyección previa. Según la presentación sumaria del Anuario de Estadísticas Vitales 2015, en cuanto a nacimientos, se observa que la Tasa Global de Natalidad presenta una baja desde 5,5 en 1960 a 1,8 en 2015, presentando valores por debajo del nivel de reemplazo- 2.1 hijos por mujer- desde el año 2001, cifras posiblemente asociadas al hecho que las parejas postergan el momento de contraer matrimonio.
Por otra parte, el índice de adulto mayor tiene gran variabilidad entre regiones, con valores extremos muy dispares entre sí y alejados del valor país, como ocurre en Tarapacá, Antofagasta y Aysén, que muestran con un bajo porcentaje de población adulta mayor en relación a la población joven. En el otro extremo, de Valparaíso, con 87,6 personas mayores por cada 100 menores de 15 años, mientras las regiones del Bío Bío, Maule y Los Ríos también presentan una población más envejecida en comparación con la media nacional, factor que determina un índice de dependencia demográfica de 54,4, es decir en Chile existen 54 personas potencialmente activas (personas de 15 a 59 años) por cada 100 personas potencialmente inactivas; menores de 15 años y mayores de 59 años.
A la conocida tendencia al envejecimiento del país, a la disminución del número de niños y al estancamiento del crecimiento de la población, se agrega una variable de peso incipiente; la migración, con sus propias determinantes socioculturales, un escenario que en conjunto el país no ha terminado de asumir.