Según Erik Erikson, muy conocido y referencial psicoanalista germano-estadounidense, la vida puede ser descrita como una escalera de ocho peldaños, ocho ciclos en los cuales tienen que resolverse otras tantas crisis, procesos necesarios que conducen a la evolución, a trascender, crecer y a tomar conciencia acerca de nosotros mismos.
El primer conflicto es identificado como Confianza vs Desconfianza, que transcurre desde el nacimiento hasta los dieciocho meses de vida y depende de la relación o vínculo que se haya creado con la madre. La relación con la madre determinará los futuros vínculos que se establecerán con las personas a lo largo de su vida. Es la sensación de confianza, vulnerabilidad, frustración, satisfacción, seguridad, si el vínculo es adecuado, insatisfactorio o no existe.
En razón de lo anterior, la seguridad y la confianza que marca el resto de la vida, operando a nivel subconsciente, demanda de la satisfacción de las necesidades primarias de cada niño, desde las fisiológicas a las afectivas.
En ese nivel se plantea la necesidad de definir en qué época es oportuno y adecuando resolver procesos de adopción, no desde el punto de vista legislativo o burocrático, sino de aquel de las necesidades íntimas e indispensables en el desarrollo saludable de cada ser humano, una disyuntiva que tienen por supuesto ambas consideraciones; la de hacer las cosas legalmente y administrativamente cuando corresponde, y hacerlas cuando se debiera.
En contraste con lo que se conoce sobre psicología evolutiva, se encuentra la decisión de jueces de priorizar la revinculación de niños con su familia, de esa manera, los procesos de adopción se han dilatado y con esto aumenta la edad de los menores. “El niño ya no se va en los primeros seis meses, se va al año o dos años y medio. Si tenía dos años cuando se inició el proceso, más los dos años de estudio, el niño se va a los cuatro y es más difícil su adopción”, según explica la directora de la Fundación Chilena de la Adopción.
Las cifras resultantes muestran una notable caída en las adopciones en los últimos cinco años, tanto de familias chilenas como extranjeras, según reflejan las cifras oficiales del Servicio Nacional de Menores (Sename). Mientras que en el primer caso la baja llega a 18,4% -de 487 adopciones en 2012 hubo 397 el año pasado-, en el segundo es de 35,5%, como consecuencia directa de la disminución de las declaraciones de “susceptibilidades de adopción”, que consiste en el pronunciamiento legal que hacen los Tribunales de Familia cuando se determina que el menor puede ser adoptado. Un trámite que bajó 44,7% entre 2012 y 2016, y que es clave al momento de definir una adopción.
Cada niño solo, en centros como el Sename, es un niño que espera que alguien se haga cargo de sus necesidades, las obvias y las más profundas que no parecen ser suficientemente comprendidas, de tal manera que las bajas en adopción son un contrasentido en el debate sobre la necesidad de mejorar la protección de los niños vulnerados en sus derechos. Según el Sename, en la actualidad hay alrededor de 7 mil menores en los centros de protección o con familias de acogida. De ellos, unos 150 están en condiciones de ser adoptados.
Es este un asunto urgente, la infancia no puede esperar, las instituciones tienen que operar, no permitir que los niños pierdan la oportunidad de tener una vida feliz.