Es un paradigma conocido la asociación de la calidad de la educación y el progreso de las naciones, particularmente en el mundo productivo, como indicador de potencialidades, de ahí que exista un grupo numeroso de instancias internacionales que se abocan a seguir de cerca los indicadores de ese estado de cosas, ya que en esa apreciación se puede valorar las perspectivas de desarrollo de los países y sus potencialidades en el futuro próximo, información de suyo valiosa para un mundo interconectado.
Es por eso que resulta relevante la información recientemente publicada en la revista Times Higher Education, que utilizando como parámetros la calidad de la docencia, investigación, alcance internacional y transferencia de conocimientos, elabora un ranking con el índice de los mejores centros de estudios superiores de la región, de ese modo, para el caso de América Latina correspondiente al presente año 2017, Chile se ubica como el segundo más destacado del índice, al tener 15 centros de estudio entre los primeros 50, cuatro más que en 2016.
En esos primeros 15 se ubican la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chile, que se instalan en los puestos 3 y 4, seguidos por la Universidad de Concepción en el lugar 13. Las investigaciones recientes de Times Higher Education, junto al Centro para la Educación Superior Global, de la University College de Londres, incluyen a Chile dentro de un grupo de siete países del mundo a los que denominan “tácticos” por considerar que son los que “tienen mayores posibilidades de convertirse en las futuras estrellas de la educación superior”. En relación a Chile, el estudio destaca que el país tiene unas altas tasas de participación universitaria y un alto nivel de calidad investigativa.
Para el editor de esta revista, cuya tarea es monitorear el desarrollo de conocimiento superior en el mundo, es evidente que es Brasil el país que más invierte más en investigación y desarrollo en comparación con otros países de la región, pero con el resguardo que esta situación es sólo relativa, de ese modo ese gasto, aunque mayor, aún es bajo si se le compara con los estándares mundiales. La advertencia es clara para Brasil; evitar la tentación de la autocomplacencia y asumir que va a liderar la lista en el futuro.
El mensaje es aún más directo para el resto de los gobiernos de la región, ya que el escenario es de una dura competencia por aumentar la calidad de la educación y de la investigación, con el consiguiente desafío de tener y retener los mejores estudiantes y académicos en un ámbito cada vez más competitivo y exigente.
En el diagnóstico de la situación se deja establecido el potencial de estos países identificados como tácticos, entre los cuales se encuentra el nuestro pero, al mismo tiempo, se señala el peligro de que representa la situación de bajos salarios de los investigadores, la insuficiencia de fondos disponibles para investigar, el exceso de burocracia y la inadecuada definición de las políticas de investigación, un cuadro que describe casi exactamente la situación chilena y que ha motivado la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, una repartición cuya función y financiamiento no termina de definirse.
Por décadas la ciencia en Chile ha tenido que luchar para encontrar apoyo debido por parte del Estado. No debería ser ésta aún otra oportunidad perdida.