Las empresas chilenas han estado en el centro del escenario casi todo el tiempo, incluso cuando los impulsos políticos se dirigen más bien hacia aspectos llamados transversales, de la cultura, el arte y las humanidades, genéricamente, las ciencias del hombre. Las empresas están directamente vinculadas al progreso y el desarrollo de la economía y mediante esos parámetros mejorar la calidad de vida de las sociedades.
La historia de las sociedades influye en la manera como las empresas se relacionan con sus entorno, mostrando una evolución indispensable, el comportamiento empresarial es igualmente un fenómeno histórico, que muestra una marcada transformación cuyos hitos más basales se pueden trazar en las dos últimas décadas del siglo XX. El rasgo principal de esta transformación es que, a partir de esa época, la competitividad de las empresas deja de tener como fines puramente económicos para implementar acciones que de algún modo armonicen con su entorno social y medioambiental.
La desconfianza en las instituciones, una marca de clase se las sociedades contemporáneas, ha afectado profundamente la imagen empresarial, una dinámica que se ha acelerado ostensiblemente a consecuencias de malas prácticas, colusión, y corrupción en algunos casos claramente acotados, pero que han dejado instalada la desconfianza sobre el accionar de otras empresas que no han sido sometidas a mayor escrutinio.
Las inquietudes y sospechas de las sociedades de consumo se acentuaron con el surgimiento de la globalización, que transparentó el accionar de las empresas, aumentando los niveles de trasparencia y acceso a la información antiguamente reservada, que permitieron a los consumidores visualizar los procesos llevados a cabo por las empresas. Se introducen conceptos de publicidad y práctica engañosa, en contraste con la verificación del recto proceder, el compromiso por la calidad, la garantía de los productos.
Un análisis experto sobre estas circunstancias describe las etapas de la comunidad empresarial para hacerse cargo de su responsabilidad frente a la sociedad, una primera fase en la cual existe un rechazo a creer que algo ha cambiado y consecuentemente una política de no hacer nada. En el paso siguiente la reacción suele ser de ataque frente a las acusaciones, con una política de confrontación. La tercera fase es un avance de reconocimiento parcial con una política de negociación limitada para finalmente evolucionar a hacia una Integración de la realidad del consumidor en la estructura de la empresa.
En diferentes términos la empresa contemporánea empieza a reconocer que al mismo tiempo de ser un motor esencial de la economía, sus acciones tienen enorme incidencia en la vida de los ciudadanos y es, en consecuencia, en parte responsable del bienestar general de la sociedad, una tendencia que al parecer se está convirtiendo en una realidad, como lo expresara uno de sus personeros internacionales: “el valor de una empresa en el largo plazo está condicionado por las expectativas de la gente con respecto al rol social del negocio”.
Al examinar las actitudes del empresariado chileno se puede apreciar que todavía falta avanzar en el proceso de hacerse cargo, pero hay avances que pueden contribuir a restablecer una red de confianza, un círculo virtuoso del buen negocio, que es justamente aquel que favorece como corresponde, a ambas partes.