En una decisión unilateral, como una medida ejecutiva, se optó por destruir los ferrocarriles, con diversos argumentos, muchos altamente discutibles; se decidió movilizar la carga por carreteras, de ese modo no solo se dejó la extensa y completa red de rieles a su propio destino, sino también el de centenares de pueblos chilenos que tenían en su estación de ferrocarriles el punto de unión y encuentro con el resto del país.
El tema ha surgido en diversos episodios que han tenido en común un tratamiento de corto plazo, una mirada a rentabilidades inmediatas, sin otro parámetro que bien pudiera ser relevante al momento de emprender una política que considere el conjunto del territorio y no una solución puntual de determinado sector, como pueden ser los tramos de Rancagua Express o nuestro más cercano Biotrén.
En nuevos análisis sobre conectividad y transporte, en opinión de los expertos, ferrocarriles es el punto más débil de la infraestructura chilena en comparación con los países desarrollados, para el gerente de Infraestructura de la Cámara Chilena de la Construcción, (CChC) “ferrocarriles es el peor ámbito en materia de infraestructura, respecto al conjunto de países con los que nos comparamos. Hoy ocupamos el lugar número 80 y hemos venido cayendo persistentemente en materia de competitividad”.
En efecto, restituir este vínculo territorial es una deuda pendiente de más de 50 años, no es en consecuencia responsabilidad de un solo gobierno, se ha descuidado el modo ferroviario, se terminó por considerar que la mejor y única manera de transporte era el complejo de camiones y carreteras concesionadas.
No se ha valorado, entre otras cosas, el significado de la recarga de camiones de alto tonelaje que utilizan incesantemente el sistema de carreteras del país, en ese sentido, expertos en logística y transporte concluyen que la red de ferrocarriles, como la que existía, es una alternativa válida para sacar vehículos de calles y carreteras, mejorando de paso los tiempos de viaje, disminuyendo la contaminación y aliviando la demanda de autopistas.
Se alude, con cierta tibieza, a problemas institucionales como causantes de este daño mayor a la infraestructura nacional, desde la CChC se expresa “no hubo una política clara en términos de potenciar este modo de transporte dentro de los otros que existen, además tenemos claro que esto es algo que requiere de inversiones altas, cuantiosas”. En cálculos preliminares indican una inversión aproximada de US$ 2.400 millones, para carga y otros carga US$ 1.600 en trenes de pasajeros.
No es en absoluto una iniciativa que no pueda financiarse, dada la posibilidad de asociaciones público privadas, incluyendo participación de capitales extranjeros, lo que se enfrenta en realidad es más bien una política de Estado que permita valorar la integración del territorio, se ha considerado las pérdidas de ferrocarriles en ciertos recorridos, pero no se ha calculado el costo de haber condenado a centenares de pueblos chilenos, que quedaron fuertemente desvinculados del progreso del resto del país.
Por otra parte, las nuevas tecnologías, en trenes de alta velocidad por ejemplo, permitiría reemplazar significativamente parte del transporte por vía aérea.
Restablecer los ferrocarriles en Chile es una obligación que se debe cumplir, ha faltado convencimiento y visión de futuro.