Es ahora, en medio de la humedad y el frío, cuando se descubre lo caro que es vivir en invierno, sentir con más intensidad que en otras circunstancias las brechas socioeconómicas de los chilenos, una consecuencia de diferencias climáticas marcadas y los costos energéticos para hacerlas tolerables al común de las personas, costos que se expresan en un aspecto considerable del presupuesto familiar.
Esta circunstancia ha sido expuesta en la publicación reciente del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales de la U. Católica (Clapes UC), la cual en base a datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE y Casen, informa que casi el 16% de los hogares a del país están expuestos a vulnerabilidad energética, definida como la reducción por debajo de la línea de la pobreza del presupuesto familiar una vez deducidos los costos de la energía que necesitan.
Un primer factor frente a esta situación es el costo de la energía en nuestro país, según un informe del Foro Económico Mundial, estamos a ese respecto en un lugar intermedio respecto a los países de la Ocde, cuando no estamos a esa mismas alturas cuando se compara el nivel medio de ingresos, el cual, para empezar, no refleja necesariamente aquel de gran parte de la población nacional, la energía es entonces en términos relativos, cara en Chile, cara para un gran número de hogares.
La vulnerabilidad resultante, cuando los gastos en energía son relativamente altos, en hogares con ingresos bajos, sigue una tendencia predecible, de esa manera, según el informe de Clapes UC, en el primer decil un 66,8% de los hogares son vulnerables energéticamente; en el segundo decir esa cifra llega a 38,2%; en el tercero, 15,4%; y en el cuarto, un 4,9%.
No es sorprendente que la Encuesta Nacional de Energía 2016, publicada en marzo, informe que según sus encuestas, casi uno de cada cuatro chilenos pasó frío el último invierno, una cifra muy alta para los estándares de los países desarrollados, considerando además que en la mayoría de las regiones no hay los extremos de otros lugares del planeta.
Hace pocas semanas, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo creó un sistema para conocer la realidad climática al interior de las viviendas del país, una Red Nacional de Monitoreo de Viviendas, la que se mide temperatura, humedad, ruido y presencia de dióxido de carbono, mediante sensores instalados dentro de los hogares. Los primeros resultados arrojaron que las casas de Las Condes promedian 18°C, mientras que en La Pintana 14°C, una diferencia 4°C que significa, menos comodidad, más frío y, en definitiva, peor salud.
Es solo un primer intento, que para cualquier persona que no viva en la capital puede introducir la duda con respecto a los sólo cuatro grados de diferencia, o cual sería ésta si se toma una muestra más representativa de lo que sucede en las diferentes realidades de ciudades del sur, o en zonas rezagadas del país.
Toda esta circunstancia está rodeada de un conjunto de situaciones, como la contaminación ambiental, de calidad de las viviendas y la equidad social. El costo de la energía esencial para el bienestar de todos los habitantes de Chile, es un tema de Estado, por sus implicancias, es posible que ante otras necesidades haya quedado oculto, pero ya es uno de esos asuntos que no es posible ignorar, ni parar dejarlo en las lentas ruedas de la burocracia gubernamental.