Desde los tiempos de los cronistas ibéricos, a partir de la llegada de Pedro de Valdivia, la ciudad de Concepción y sus infinitas tribulaciones ha sido un punto referencial a la hora de decidir cómo se armaba el reino de Chile, por siglos nuestra región ha estado marcada por los desafíos. Fue descrita desde entonces como el centro del territorio, sin embargo, la abundante y belicosa presencia de los mapuche, especialmente el sur del río Bío Bío le dio características de ciudad de frontera, destruida una y otra vez y reconstruida incansablemente, mientras sus ciudadanos migraban temporalmente hacia el norte.
La historia regional se conoce, como suele ocurrir en Chile, sólo en el entorno de las regiones, la capital ha elegido desconocerla, las batallas perdidas para hacer valer la primacía de nuestra región terminaron por dejarla aislada, convertida en ramal por los planificadores de la capital, mencionada lo menos posible.
Las demandas del desarrollo y la mayor conciencia de la ciudadanía hacen necesario pensar más sinceramente en la integración del territorio nacional, pero esa forma de pensamiento no se puede generar desde el centro, inmerso en su propio universo, sino desde la periferia, desde las regiones y las grandes ciudades, está allí el motor de cambios que resultan inevitables.
Se ha mencionado al turismo como una de las bases del desarrollo, en tiempos de globalización, encontrar lugares que no sean exactamente iguales a miles de ofertas en el mundo, es un capital potencial que no termina de valorarse, aun así las cifras que reflejan el impacto de las actividades turísticas regionales son incipientes. Las descripciones de la publicidad deberían ser suficientes, la Región es aludida allí como la “Puerta de entrada del Sur de Chile”, con una gran variedad de atractivos turística, la mezcla perfecta entre lo urbano y lo rural, entre la cultura y la tecnología, entre el mar, el campo y la imponente cordillera.
Lo que continúa es lo que se espera contenga un folleto de esta naturaleza, lo que no suele tener es el significado histórico de la Región, un factor que en ninguna parte del mudo deja de ser observado con detención, la respuesta a qué ha sucedió en esta parte del territorio, donde han ocurrido tantos episodios trascendentes.
Puede ser parte de nuestra cultura, el dar poco valor a lo que aquí ha pasado, o a lo mismo señalado al principio; que la historia de las regiones no tiene la consideración debida a nivel nacional, sino la historia de Chile vista y vivida desde la capital del reino.
Más atención tuvo en ella Alonso de Ercilla y Zúñiga, escribiendo el poema de un protagonista colectivo; el pueblo español y el pueblo mapuche, librando la Guerra de Arauco, cuyos episodios se desarrollaron aquí mismo, en el suelo que pisamos todos los días, en los territorios de la región donde miles de mapuches y centenares de españoles, lo mejor de mis guzmanes, diría Carlos V, perdieron la vida, aunque por razones opuestas.
Nos falta atención en nuestro propio valor histórico, en nuestro conocimiento de lo que tenemos, los lugares que existen, la auténtica belleza que podemos ofrecer compartir, le falta al turismo regional el convencimiento de tener el mejor de los productos, la fuerza de la iniciativa para no menospreciar esta oportunidad de desarrollo, una oportunidad que no puede quedar librada a la menguada fuerza de unos pocos convencidos.