No hace falta que un gran accidente con lesionados o fallecidos en alguna de las calles de la ciudad haga evidente la necesidad de endurecer los controles, o establecer diversas medidas precautorias, para que estos hechos lamentables no vuelvan a repetirse, como suele comentarse ad nauseam cuando ocurre algo que perfectamente se podría haber evitado, si se hubiera administrado las medidas que existen para el efecto.
Para cualquier ciudadano que haya tenido la necesidad, no la oportunidad, de utilizar vehículos de la locomoción colectiva, taxibuses y muy particularmente colectivos, es evidente que se ha jugado la vida, subir es asumir un riesgo que ni siquiera se puede calcular, porque no es posible saber si le tocará en suerte un conductor educado y prudente, que de haberlos, los hay, o una mayor posibilidad de tropezarse con otros que tienen hacia los demás y a los reglamentos y normativas, un notorio desprecio.
La falta de observancia a la ley del tránsito, o a las mínimas nociones de prudencia o respeto a otros conductores y peatones es asunto de todos los días y a cada rato, los taxibuses y sobre todo los colectivos, adelantando en cualquier parte, los semáforos son burlados al límite, hay desplazamiento d extrema brusquedad y exceso de velocidad, esa es la experiencia cotidiana de quienes utilizan esta forma de desplazamiento.
No hay una ciudad de país desarrollado que tenga esta forma de solucionar el traslado de las personas, no existe en ellas miles de minibuses compitiendo entre ellos, o una plétora de colectivos atrapando pasajeros, es una forma de subdesarrollo que la ciudad de Concepción no se merece. Es posible que por la situación de la economía haya que mantener estas plazas de trabajo, pero no es el tipo de situación que deba tolerarse indefinidamente, menos si se quiere actuar en correspondencia con lo que sabe de contaminación ambiental.
Para agravar esta situación, hay comportamientos agresivos durante la conducción, no solo la impudencia para capturar pasajeros, sino el ánimo de atacar, que en una buena parte son la causa de los accidentes de tráfico. Las estadísticas marcan que el 90% de los accidentes tiene su origen en el estrés, los estados de ánimo o las conductas agresivas de algunos conductores, sobre todo en zonas localizadas y a las típicas horas punta, cuando se producen atascos interminables. En el 18% de los casos el tráfico saturado y tacos es motivo de actitudes violentas.
Sin embargo, cabe resaltar que existen factores sociales, culturales y de educación que influyen en gran medida en la aparición de estas conductas negativas. Desde elementos más incontrolables como el egocentrismo, la intolerancia o la falta de respeto, hasta la educación recibida, pasando por los modelos sociales que se transmiten en los medios de comunicación.
Es claro que debe mejorar la educación vial, pero esa es la variable lenta, la expedita, mientras tanto, es la aplicación de la ley. No es que el conductor primer mundista sea una persona sustantivamente diferente a la de nuestras latitudes, puede que tenga más educación como conductor responsable, pero por sobre todo tiene claro que las infracción es son efectiva y severamente castigadas.
La ciudad tiene los elementos humanos y materiales para salir al paso de esta situación intolerable, tal parece que la autoridad ha puesto la cabeza bajo la arena.