Editorial

Las edades que siguen a la tercera

Antiguamente, no había demasiado problema con los ancianos, el grupo en cuestión tenía pocas posibilidades de eternizarse, entre enfermedades, guerras y carencias de todo tipo, grandes números de humanos eran retirados de circulación con relativa prontitud y los que llegaban a las edades avanzadas eran los menos.

Por: Diario Concepción 14 de Mayo 2017

Antiguamente, no había demasiado problema con los ancianos, el grupo en cuestión tenía pocas posibilidades de eternizarse, entre enfermedades, guerras y carencias de todo tipo, grandes números de humanos eran retirados de circulación con relativa prontitud y los que llegaban a las edades avanzadas eran los menos, una suerte de elite que en muchas partes recibían reconocimientos especiales, justamente por ser pocos, aunque en ciertas sociedades con condiciones de vida extremadamente duras, por pocos que fueran los que llegaban a viejos, igual eran una carga de la cual era conveniente deshacerse, tan pronto como pareciere decente y posible, mediante ritos tan interesantes como eficaces.

En la actualidad, como consecuencia, no bien prevista de los avances de la sociedad en cuanto a cuidados, protección y producción de recursos de todo tipo, duramos más, incluso muchísimo más, y el grupo de viejos empieza a tener dimensiones amenazantes, fenómeno todavía más notorio en aquellas sociedades que han adoptado la dudosa conducta de disminuir el aporte de nuevos integrantes, dejando una inquietante proporción de añosos dando vueltas por allí y una relativa escasez de gente joven.

Para los tiempos que corren sería completamente inaceptable no tener una denominación eufónica para un problema así, surge la nueva ciencia de la gerontología, término que propuesto en 1903, que no termina de hacerse conocido por moros y cristianos, a un siglo de distancia.

Lo que está claro es que esta área del conocimiento incluye de muchos expertos, en aspectos sociales, sicológicos, biológicos, sociológicos, es decir la tribu de la multidisciplina. No para permitirnos sobrevivir a como dé lugar, sino para vivir una buena vida.

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