Editorial

Vigencia del sálvese quien pueda

Los que sabían mejorar las enfermedades del cuerpo fueron conocidos como doctores en física, conservado en el inglés, physician. Mantenían los secretos de su conocimiento en idiomas que el pueblo común no podía leer, ni aún los pocos que sí sabían. Aristócratas del mundo académico, custodios de los secretos de la vida y la muerte, permanecían fuera del alcance de los simples mortales...

Por: Diario Concepción 12 de Mayo 2017

Los que sabían mejorar las enfermedades del cuerpo fueron conocidos como doctores en física, conservado en el inglés, physician. Mantenían los secretos de su conocimiento en idiomas que el pueblo común no podía leer, ni aún los pocos que sí sabían. Aristócratas del mundo académico, custodios de los secretos de la vida y la muerte, permanecían fuera del alcance de los simples mortales… El proletariado, sin posibilidades de pagar sus altísimos honorarios, se curaba con secretos de la naturaleza, heredados de la tradición y con algunos remedios más tradicionales que efectivos, provistos por los apotecarios, farmacéuticos, en esa época, semejantes a vendedores de especias o almaceneros de abarrotes.

El mundo de la medicina era un mundo de separaciones, los libros, de los cuerpos, el conocimiento, de la experiencia, con los sanadores de los enfermos, envueltos en sus propias rutinas consagradas y herméticas. Leonardo de Vinci advierte; mantente lejos de los médicos y sus alquimias.

A pesar de eso y tal vez por eso mismo, el gremio conservó un prestigio aureolado de temor y misterio. El sujeto común no tenía otra opción que curarse a sí mismo, buscar ayuda más accesible en algún aficionad al ars curavis, por lo general de la tercera edad, con voluntad de servicio o buscar alguien que entendiera de hierbas. No era un escenario muy prometedor. Para ser más específico, era un desastre que se llevaba gente al cementerio con tanta frecuencia que no asombraba a nadie.

La mirada conmiserativa hacia el pasado, no logra disipar el hecho que de aquello queda bastante, todavía hay quienes no tienen otra opción que la agüita de hierbas, o quedarse por allí esperando que se mueva la lista de espera.

PROCOPIO

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